El libro de Daniel nos lleva inevitablemente a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos vivir para la gloria de Dios en días como estos: paganos, antibíblicos, inmorales y anticristianos?
Es decir debemos de tener en cuenta que no se trata de llegar finalmente a la meta como tal, sino de glorificar a Dios en esa carrera hasta llegar a la meta, y Daniel tiene mucho que decirnos al respecto.
Daniel, llamado luego Beltsasar, se hallaba a 1.300 kilómetros de casa, en Babilonia en plena deportación y cautiverio del Reino Sur a manos de Nabucodonosor, y su mensaje era dirigido a un pueblo derrotado, lejos de la tierra, de las promesas, de la bendición y en pleno juicio de Dios. Daniel se dirige a un pueblo que, en esos momentos, son simplemente títeres y marionetas de Nabucodonosor, de Babilonia
De la misma manera, al igual que el Rey Nabucodonosor, este mundo y esta sociedad espera y desea que sigamos sus corrientes, obedezcamos sus modas y leyes que tan opuestas son a la Palabra de Dios. Un mundo que está regido, gobernado y orquestado por Satanás, quién reclama y demanda obediencia absoluta, como Nabucodonosor.
Daniel 1:8 nos da la primera lección inicial, al decirnos que propuso en su corazón NO contaminarse, llegando incluso a pedirlo a las autoridades. ¿Qué tendría que ver Daniel con el paganismo babilónico? Nada.
Un verdadero creyente, un ciudadano celestial, pero aún peregrino en esta caída e inmoral sociedad del Siglo XXI, debe renovar su mente o entendimiento a través de la Palabra de Dios, para ser transformados (Romanos 12:1-2). O el Espíritu Santo la renueva y transforma con la Palabra de Dios, o está Babilonia actual lo hará; pero tu mente va a ser el campo de batalla.
Un valiente Daniel tuvo una determinación inicial que fue el punto de partida para todo lo demás, pero esta determinación era imposible tenerla de no saber que sólo Dios es el Rey del Universo, del Cielo y de la Tierra y que sólo ÉL es Soberano total y absoluto. De hecho, su propio nombre era un perpetuo y continuo recuerdo a él mismo de esta verdad, de este atributo. Daniel significa «Dios es Juez».
Antes de proponernos y tener la determinación de ser cristianos genuinos en esta sociedad, e ir a «contra marcha», debemos tener en cuenta y esperar que, como Daniel y sus 3 amigos, habrán consecuencias. Podrán ser dolorosas, pero estas gloriosas consecuencias son un mero anticipo de la gloria venidera por no adorar a los ídolos del mundo, a sus corrientes, a sus modas, a sus ideas o filosofías.
Decapitaron a Juan El Bautista, crucificaron al Señor, persiguieron y dieron muerte a los demás apóstoles, incluido Pablo… Ellos fueron íntegros y leales a la verdad de Dios, y la defendieron a precio de sangre en un contexto adverso.
Los amigos de Daniel obedecieron a Dios aún bajo amenaza de morir en un horno de fuego ardiendo, Daniel obedeció a Dios aún bajo amenaza de morir desmenuzado por hambrientos leones; pero lo hicieron confiados en que el Dios que conocían, seguían y servían podía liberarlos, y aún si no lo hiciere (recordamos que este libro destaca por encima de todo, Su Soberanía), no pasa absolutamente nada, lo harían igualmente, para que con su muerte, Dios sea glorificado.
Filipenses 1:20-21 LBLA «Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado, sino que con toda confianza, aun ahora, como siempre, Cristo será exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte. Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.»
Esta «permisiva», «tolerante» y relativa (todo es relativo) sociedad, trata de cambiarnos nuestra identidad como Nabucodonosor cambió el nombre de ellos, imponernos sus ideologías y adoctrinarnos conforme al Príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, pero nosotros, los verdaderos hijos de Dios debemos NO arrodillarnos, NO doblegarnos, y decir cómo ellos dijeron en Daniel 3:18 «NO serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado». Y si nos arrodillamos, que sea como Daniel en 6:10, quién (ventanas abiertas), se arrodillaba 3 veces al día para orar y adorar a Dios.
Sólo hay 2 camino, 2 opciones y 2 posibilidades en «nuestra Babilonia». Y con ello, 2 consecuencias o 2 destinos: la gloria del cielo con EL, o la horrenda eternidad en el Infierno.
O ceder a las modas e integrarnos en este hostil ambiente y seguir la corriente inmoral y antibíblica de este mundo.
O ser fieles, pero con la seria advertencia de que seremos fieles en un territorio hostil y opresivo, pero con la garantía de la promesa que seremos fortalecidos por Dios, quién nos dará sabiduría e inteligencia espiritual para vivir aquí, mientras andamos para llegas allí.
Fe, firmeza, integridad, pureza, oración,… Fueron las marcas de la vida de Daniel en Babilonia, una vida confiada en el Absoluto y Soberano Dios, quién controla todo y todos, aún cuando su pueblo es perseguido y sufre por ello.
Debemos ser obedientes a Dios, sean cuáles sean las consecuencias; y Dios nos concederá Su Gracia para soportar la situación, y así ÉL será glorificado. De eso se trata: «para alabanza de la Gloria de Su Gracia»
El libro de Daniel nos deja una serie de absolutas conclusiones:
1.- Dios es Soberano Absoluto, y Su Cuidado Providencial gobierna todo. Se hará y se cumplirá todo cuanto ÉL designe, permite o tolere.
2.- Todo el que se oponga al Altísimo, o trate de robarle la Gloria que sólo a ÉL pertenece, será humillado.
3.- Las grandes potencias y reinos de este mundo, que nos intimidan o asombran, desaparecerán, y (aunque a veces no lo parezca a nuestro criterio), el Reino de Dios avanza, crece, no se detiene, y un día se establecerá en su totalidad.
4.- Un día llegaremos a «casa» (morada celestial junto al Señor), y allí nos esperará nuestra recompensa heredada.
5.- PERO mientras tanto, de momento (y hasta entonces), este libro nos muestra cómo ser fieles e íntegros en el contexto de una hostil sociedad que rechaza y persigue a la Palabra de Dios con la misma contundencia y fuerza con la que crucificaron al Hijo de Dios.
Dicho esto, podemos ir a un profeta que también sabía lo que era el Juicio, la deportación y la cautividad a Babilonia, sólo que este lo predicó desde allí, desde Jerusalén. Jeremías 29:7 (profeta contemporáneo a Daniel y que incluso él lo nombra en su libro), dice así: «Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz»
Esta sociedad, este país (España) NO es nuestro definitivo destino, pero si nuestra tierra llora, sufre y gime, nosotros inevitablemente haremos lo propio, por ello debemos ser luz, luminares, ejemplos de conducta mientras vamos caminando renovando nuestra mente (santificación), y orando por el país, por nuestra Babilonia, por las autoridades que la gobiernan y las leyes que se aprueban. Y como hizo Daniel, pedir perdón en primera persona del plural… «Señor, nosotros hemos pecado contra ti, y por tanto somos dignos merecedores de tu Juicio, ya que Tú eres Justo».