Hablar del Carácter de Cristo por parte nuestra siempre llevará que lo hagamos de una forma resumida, ante tal vasto, largo e inagotable tema, y que además sea de una manera imperfecta, pues se trata de criaturas caídas y pecadoras, aunque redimidas y justificadas, tratando de exponer de algo tan profundo y tan majestuoso como puede ser la Santidad de Cristo.
Para este estudio de Su Carácter, vamos a enfatizar Su Santidad, y como consecuencia y derivación de ella, su Impecabilidad.
En los anteriores temas expusimos que ÉL es pleno, total y absoluto Dios, a la vez que es pleno, total y absoluto hombre en un mismo ser, y como tal, ÉL, siendo la 2ª persona de la Trina Deidad, merece la misma reverencia, gloria y adoración que Dios Padre, porque es uno en esencia con ÉL y junto a ÉL.
I.- LA SANTIDAD DE CRISTO
Podemos decir claramente que la SANTIDAD DE DIOS es el gran y más importante Atributo intrínseco e inherente de Dios y el fundamento de todo cuanto ÉL es y todo cuanto ÉL hace, pues todo es una expresión de Su Santidad, y dicho término viene de la palabra hebrea «qadosh» que significa separado, consagrado o puesto aparte.
Dios está más allá sobre Su Creación, es diferente a todo lo creado, y sólo ÉL es separado, inaccesible, trascendente. Además ÉL NO puede pecar, NO puede gozarse con el pecado, ni tener la más mínima comunión con él, salvo Su ira y Su Ira y Su Juicio.
PARA QUE ÉL DEJARA DE SER SANTO, DEBERÍA DEJAR DE SER DIOS
La Biblia enfatiza de tal manera Su santidad, que es el único Atributo de Dios que se declara 3 veces seguidas, «Santo, Santo, Santo (…), NO diciendo de la misma manera que Él es «Amor, Amor, Amor o Justo, Justo, Justo.
ÉL ES ABSOLUTAMENTE E INFINITAMENTE SANTO
Aún los ángeles del Cielo o los justos redimidos por el Cordero inmolado deben y derivan su santidad de ÉL, del 3 veces Santo, de su relación con ÉL, a la vez que cubren sus rostros con sus alas en señal de reverencia y rendición e la misma presencia del trono.
Su Santidad es impresionante, temible y majestuosa; es la excelencia moral de Dios, es decir, es ausencia absoluta del mal moral y de impureza, así como la perfección absoluta moral
Nadie es Santo en sí mismo excepto Dios, y nuestra santidad fluye de ÉL como un don o una gracia recibida.
Simplemente entre Dios y nosotros hay una inmensa brecha (Isaías 59:2) que separa la Santidad de ÉL de nuestra impiedad, de ahí la reacción que causa permanecer ante la misma presencia de Dios
Habiendo tratado de definir el concepto de la Santidad de Dios en sus líneas generales, vayamos a examinarlo a la luz del Hijo, de Cristo.
Podemos ver la Santidad de Cristo tanto desde un aspecto inherente a ÉL como Pleno Dios que está separado de lo profano e inmundo, así como un aspecto moral, donde hay ausencia de pecado alguno en ÉL, pudiendo apreciar el Fruto del Espíritu descrito en Gálatas 5:22-23 en nivel y una proporción inigualables.
Gálatas 5:22-23 «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas NO hay ley.»
Ya desde el comienzo del Nuevo Testamento a vislumbrarse Su Excelsa Santidad en el diálogo entre el Ángel Gabriel y la joven virgen desposada de Nazaret, María, pues ÉL es el Señor del Universo revestido de absoluta santidad.
Ver estudio Detalmanera sobre este tema: https://detalmanera.com/el-cumplimiento-perfecto-del-tiempo/
Lucas 1:34-35 «Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues NO conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.»
La profanación y la violación de la Santidad de Dios en el Templo por parte de los cambistas y mercaderes muy próximo a la festividad más importante y solemne para ellos, la Pascua (ver Juan 2:13-17), provocó una Ira Santa por parte de Jesús, debido a Su Celo por la reverencia a Dios, pues sólo Dios (y Jesús lo era y lo es) ejerce el derecho de regir la adoración que se le debe rendir.
Este evento acarreó una autoritaria y desafiante frase por parte de Jesús a los judíos, quienes estaban viendo el cumplimiento literal del Salmo 69:9, al purificar el Templo, y dice la palabra que se acordaron de ello, del cumplimiento exacto aquel día, en Jesús.
Juan 2:18-19 «Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto? Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en 3 días lo levantaré.»
Jesús toleró que se le llamara glotón, bebedor o amigo de pecadores quien por Belzebú expulsa demonios, pero NO toleró un ataque y una burla a la santidad del Templo.
Al inicio de Su Ministerio, mientras enseñaba con autoridad en las sinagogas de Capernaúm durante los días de reposo, un día sucedió algo con un hombre con espíritu de demonio inmundo que se hallaba en la sinagoga, quien decía lo siguiente al ver a Jesús:
Marcos 1:23-26 «Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él.»
Aún al demonio, consciente que él y Jesús representan 2 reinos total y diametralmente opuestos, NO le quedó otra que clamar contra ÉL y afirmar la Santidad y Deidad de Jesús, unas verdades que aún muchos hoy niegan y rechazan.
NO dijo un santo, sino «El Santo», pues la misma plena y Perfecta Santidad de Dios habita corporalmente en Jesús.
Este demonio bien supo que Jesús es el ser elevado, exaltado y supremo del cielo y de la tierra
Santiago, medio hermano carnal de Jesús lo expresa de la siguiente manera, al poner frente a frente la fe genuina con la fe vacía y muerta.
Santiago 2:19 «Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.»
Inmediatamente después de este suceso en Capernaúm, se produce una pesca milagrosa en el Mar de Galilea, donde Pedro pasó toda la noche intentando sin éxito pescar, y le dice a un testarudo Pedro que lo vuelva a intentar, esta vez arrojando la red al otro lado y ¿Qué sucede?
Lucas 5:5-7 «Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.»
Con solo una orden de Jesús, todos los peces del Mar de Galilea obedecieron al Señor de la Creación, y Pedro dijo lo siguiente al ver las mismas redes que durante toda la noche no recogieron ni un pez, ahora llena de peces:
Lucas 5:8-9 «Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él (…)»
Se podría haber alegrado por ello, haberse puesto muy contento, incluso haber tratado de llegar a un acuerdo comercial con Jesús o haberle pedido que se quedara con él, pero su reacción fue de remordimiento de conciencia al verse confrontado y de una manera directa con la misma Santidad de Dios, con el Santo de Dios.
Pedro sintió miedo y terror al verse quién era él, y sobre todo, quién tenía enfrente.
LA SANTIDAD DE DIOS ATERRORIZÓ A PEDRO DE LA MISMA FORMA QUE HIZO A ISAÍAS.
Isaías 6:5 «Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.»
La visión que tuvo el profeta Isaías en el año que murió el Rey Uzías (739 a.C.) recordó su condición indigna y deplorable, merecedora del juicio divino, y ese término «¡Ay!» que empleaba para referirse a los juicios de Dios sobre otros, ahora Isaías lo vuelve a emplear, pero esta vez para referirse sobre sí mismo, un verdadero siervo de Dios, tal vez el mejor en toda la tierra en aquella época, pero un vil y menospreciable pecador ante el Dios Santo.
Job (Job 42:6), Ezequiel (Ezequiel 1:28-29) y Juan (Apocalipsis 1:17) tuvieron similares reacciones ante la Santidad de Dios.
Nadie puede permanecer impasible, íntegro y de pie cuando la Santidad de Dios es revelada, pues ésta nos hace ver tal y como realmente somos, con toda nuestra calamidad, depravidad y pecaminosidad.
Más tarde, otra vez en una barca, se produjo un acontecimiento sobrenatural donde Sus Discípulos, unos experimentados pescadores que solían pescar en el Mar de Galilea. Allí debido a sus condiciones peculiares, desde Mayo hasta Octubre sufre unos fuertes vientos que provocan unas tormentas muy violentas como la que nos narra el evangelista.
Marcos 4:37-40 «Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?»
Mientras están atemorizados por el torbellino, por la violencia de esa tempestad, Jesús está plácidamente durmiendo, de modo que le pide ayuda a ÉL, que como Señor Soberano de la Creación, y con sólo 2 órdenes verbales, cesó la tormenta inmediatamente, hasta el punto de dejar el mar y el viento prácticamente quietos y calmados, no de forma gradual o progresiva, sino al instante de decir ÉL la Palabra.
¿Cuál sería la siguiente reacción de ellos? ¿Aplaudir, gritar de júbilo y decir que sabían que su Señor lo haría y lo conseguiría, que los pondría a salvo? Te aseguro que NO fue precisamente esa la reacción de ellos.
Marcos 4:41 «Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?
Han pasado de sentir miedo por las circunstancias que le rodeaban, como era la fuerte tormenta de escasos minutos atrás, a pasar y sentir verdadero temor ante quién estaba con ellos.
Era un temor santo y reverencial sobre qué podía pasarles a ellos mismos, no por la tormenta en sí, sino por ser ellos miserables pecadores y hallarse junto al 3 veces Santo, quien tenía tal Poder que aún las fuerzas de la naturaleza se sometían a Su Palabra.
FUE MUCHO MÁS ATERRADOR ENFRENTARSE AL DIOS VIVO Y VERDADERO, AL JUEZ SANTO, QUE A UNA GRAN E IMPETUOSA TORMENTA MARÍTIMA.
Nos tenemos que ir al final de Su Ministerio terrenal, tras la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo de que ÉL es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, y tras anunciarle su muerte y reprender a éste, ahora Jesús sube a sus 3 más íntimos, los mismos que luego le verán sudar sangre en Getsemaní (Juan, Santiago y Pedro), para subir a lo alto del Monte Hermón a orar. Allí se transfigura y cambiando momentáneamente su porte externo ante ellos , y ante Moisés como representante de la Ley ya ante Elías como representante de los profetas, quienes vieron Su Majestuosa Gloria inherente a ÉL.
Su Rostro resplandeció como el sol, Sus Vestiduras perdieron el color debido a ello, y una Voz audible desde el Cielo interrumpió a Pedro para señalarnos al Santo de Dios, a Jesús como la Plena y final revelación de Dios.
¿CUÁL FUE LA REACCIÓN DE ELLOS?
Mateo 17:5-7 «Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a ÉL oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y NO temáis.»
Se postraron ante Jesús, ante Dios, y temieron en gran manera, como respuesta inmediata a hallarse frente a Dios.
Poco tiempo después, mientras Jesús oraba con el rostro ensangrentado debido a la hematidrosis que estaba padeciendo en Getsemaní, unos soldados romanos,alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fueron hasta allí a apresarle con internas y armas, y sucedió lo siguiente:
Juan 18:4-6 «Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: YO SOY. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.Cuando les dijo: YO SOY, retrocedieron, y cayeron a tierra.»
Jesús se identificó ante ellos de una manera poderosa como el Dios que hizo lo propio ante Moisés en Éxodo 3:14, y al ser confrontada su maldad, y ser expuesto el pecado en ellos por la Santidad de Jesús, éstos cayeron al suelo.
Aún incluso después de la Obra expiatoria y redentora de Jesús en la Cruz, la proclamación o el Kerygma apostólico de la Iglesia tenía un claro mensaje sobre el carácter Santo de Cristo.
Los 2 primeros mensajes evangelísticos de la Iglesia, ambos protagonizados por el Apóstol Pedro, NO obviaron que Jesús es el SANTO DE DIOS.
Hechos 2:22-28 «Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de ÉL, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de ÉL: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque NO dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia.»
Hechos 3:13-15 «El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.»
Si hay un evento que marcó el devenir de la historia de la Iglesia, y de la humanidad, y que estuvo marcado por la refulgente Gloria inherente de Cristo en forma de un resplandor de luz del cielo, mucho más intensa que la propia luz del sol a medio día, ese es la Conversión del que por entonces era el mayor enemigo y perseguidor del Evangelio, del celoso fariseo y miembro del Sanedrín, Saulo de Tarso, quien tuvo un impactante encuentro con la Santidad del Cristo resucitado, donde no sólo cayó al suelo, sino que estuvo ciego por 3 días.
Hechos 9:3-6 «Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.»
De ser el mayor perseguidor de ÉL a ser el mayor creyente, y entre ambos eventos, el reflejo de la enceguecedora y abrasadora Santidad de Jesús, la Shekiná
Nos trasladamos a las últimas páginas de la Biblia, donde un anciano y desterrado Juan, va a recibir en la Isla de Patmos (a unos 100 kilómetros de Éfeso, donde pastoreó) la revelación de las cosas que ha visto, las que son y las que han de suceder.
Aún pecador de la envergadura espiritual de Juan cayó como muerto, aterrorizado ante la Pureza, Gloria, Majestuosidad y Santidad de Jesús, quien le dio palabras consoladoras y tranquilizantes.
Juan sólo vio Gloria, Cristo sólo vio pecado, por eso Juan temió, antes de que ÉL lo tranquilizase.
Apocalipsis 1:10-18 «Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y ÉL puso su diestra sobre mí, diciéndome: NO temas; YO SOY el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.»
NO ver realmente la Gloriosa y Excelsa de Cristo hace y provoca que se vea cada vez más humanizado, a la vez que nos divinizamos nosotros, pues NO entender la Santidad de Dios hace que tampoco veamos ni entendamos nuestra pecaminosidad, y por consiguiente, las eternas y nefastas consecuencias de ella.
Aunque ÉL se hace hombre, y aunque ÉL toma nuestra pecaminosidad, ÉL NO es como nosotros, ÉL es DIOS SANTO Y SOBERANO SEÑOR, quien nos imputa Su Justicia y nos da al Espíritu Santo quien obra y opera de una manera gradual y progresiva en nuestra santidad, para hacernos cada vez menos como nosotros, y más como ÉL, como Jesús.
Hebreos 12:14 «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.»
Dios es Santo, Santísimo, y ÉL quiere que Su Pueblo sea santo, y viva de una manera totalmente diferente a los que no son Su Pueblo.
ANTE UN DIOS SANTO, SÓLO PODREMOS PRESENTARNOS ANTE ÉL SIENDO SANTOS.
Es cierto que EN Cristo ya somos santos de una manera posicional, y ahora hay que vivir aquí y ahora (con la divina ayuda y guía del Espíritu Santo) de acuerdo a esa posición, para que el mundo vea, para que ser luminares en este caído mundo y nuestro Padre celestial sea glorificado
II.- LA IMPECABILIDAD DE CRISTO
Vista y desarrollada la Santidad de Cristo, quien es Dios mismo, ahora surge una controversial pregunta, ya que además, y como hemos visto en anteriores estudios, ÉL era Plenamente humano:
¿PUDO CRISTO HABER PECADO O HABER CAÍDO EN LA TENTACIÓN?
Partiendo de la realidad de que ÉL jamás cometió pecado alguno ni tuvo la más mínima imperfección moral, llegamos a la conclusión de que a ÉL NO se le puede poner en la misma categoría que al mejor hombre de la historia de la humanidad, ni aún al mejor santo o héroe que haya pisado a faz de la tierra, pues nadie puede decir lo que ÉL de una manera confrontativa y directa ante todos.
Juan 8:46 «Quién de vosotros me redarguye de pecado?»
Es más, ni aún quien le condenó a la muerte (Poncio Pilato), así Como Herodes declararon culpa alguna sobre ÉL.
Poncio Pilato, en un cobarde acto de irresponsabilidad de su autoridad delegada, incluso lo escenificó lavándose las manos ante todos.
Lucas 23:13-16 «Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo, les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, NO he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré, pues, después de castigarle.»
Si bien es cierto que ÉL asumió la naturaleza humana, lo hizo para ser nuestro Representante y Sustituto, sin quedar afectado o manchado por nuestra depravación, ni contagiado por el pecado.
Por eso ÉL le dijo a Nicodemo: «Os es necesario nacer de nuevo» y NO «NO es necesario», por eso ÉL jamás pidió perdón ni ofreció sacrificios por sus propias culpas.
ÉL ES EL CORDERO SIN MANCHA NI CONTAMINACIÓN, SEPULTADO CON IMPÍOS AUNQUE NUNCA HIZO MALDAD NI ENGAÑO EN SU BOCA.
Ver serie de estudios sobre el Siervo Sufriente de Isaías 53, el miso quien vio la santidad de Dios en el capítulo 6 de su libro: https://detalmanera.com/category/isaias-53/
Hebreos 7:26-27 «Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía: Santo, Inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que NO tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a Sí Mismo.»
Debemos decir que ÉL, a tenor de 2ª Corintios 5:21, fue hecho pecado judicialmente por imputación del nuestro.
Todo lo anteriormente expuesto en el tema, nos lleva irremediablemente a decir que ÉL es y fue incapaz de pecar.
NO ES LO MISMO CAPAZ DE NO PECAR, QUE INCAPAZ DE PECAR
NO es que ÉL podía pecar y NO pecar, y decide NO hacerlo; es que ÉL es Dios, y solamente pensar que Dios puede pecar es una temeridad y una incompatibilidad absoluta y absurda de conceptos, una violación a Su Excelsa y Sublime Santidad, a Su Inmutabilidad y a Su Omnipotencia
ÉL es el Santo por excelencia, quien por la Obra total y sin medida del Espíritu Santo, impedía que pudiese cometer el más mínimo pecado
Debemos aclarar que sus tentaciones fueron reales, que ÉL podía ser tentado (y lo fue), pero eso NO implica ni significa que era susceptible de pecar.
Sus Tentaciones fueron reales, exactamente como las nuestras, salvo que ÉL es sin pecado (ver Hebreos 4:15) y NO hay concupiscencia interna en ÉL, siendo tentado de manera externa, desde fuera, y NO desde dentro, como nos sucede a nosotros por causa de nuestra condición y naturaleza caídas.
Nuestras tentaciones derivan de nuestra maldad interna, debido a “los deseos de los ojos, los deseos de la carne, y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16), pero las tentaciones de Jesús vinieron de fuera, para desobedecer el Plan de Dios.
ÉL fue y será la única persona con doble naturaleza, una divina y una humana, existiendo ambas plenamente en ÉL desde la concepción del Verbo de Dios en el vientre de María.
Cada naturaleza tenía una voluntad, y fue la naturaleza humana, sus necesidades y deseos la que fue tentada en la persona de Jesús, pero NO Su Naturaleza Divina, la cual prevaleció sobre la humana, porque la voluntad humana de Jesús siempre estuvo supeditada a la voluntad divina.
El pecado es un acto de la persona, NO de la naturaleza en sí, y en el caso de Cristo, ÉL es el Hijo Eterno, el Divino Verbo de Dios, y como tal, era sumamente imposible que EL pudiera haber pecado.
Si Jesús hubiera pecado, o existiera la mínima posibilidad de pecar, ello hubiera implicado no sólo a la naturaleza humana, sino al ser entero de Hijo de Dios, y NO sería Dios, pues Dios ni puede pecar, ni puede ser tentado.
JESÚS FUE TENTADO, PERO EN SU TENTACIÓN, LE ERA IMPOSIBLE PECAR POR SER DIOS
ÉL es el mejor y Gran Adán, quien vino a ganar la batalla que el prime Adán perdió y cedió, salvo que el 2º NO lo hizo en un frondoso y maravilloso jardín con sus necesidades cubiertas, acompañado y sin existencia del pecado en la tierra, sino que lo hizo en un caluroso desierto, sólo y abandonado, sin agua ni alimento y en un mundo que solamente conocía pecado.
Ver estudio similar: https://detalmanera.com/su-desierto-es-nuestra-victoria-lucas-4/
Santiago 1:13-14 «Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios NO puede ser tentado por el mal, ni ÉL tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.»
En Su Naturaleza Santa, Dios NO tiene capacidad alguna para hacer el mal, ni es vulnerable a él.
Si ÉL hubiera pecado (o hubiese tenido esa opción), aún podría hacerlo ahora, porque ÉL retiene la misma esencia que tuvo mientras vivió en la tierra. ÉL es el Dios-Hombre – y así permanecerá para siempre, reteniendo su plena Deidad y su plena humanidad contenidas en una Persona y siendo indivisible.
Simplemente creer, pensar o imaginarse que Jesús pudo pecar, es creer que Dios pudo pecar, y ÉL es incapaz, pues el pecado es todo lo que Dios NO haría jamás en base a Su propia naturaleza.
Créeme que ÉL sabe muy bien lo que es, lo que implica y lo que conllevará el pecado, aún sin haber pecado jamás. ÉL lo sabe absolutamente todo acerca del pecado, pues se entregó como ofrenda para quitarlo de en medio, y ÉL mismo se encargará de juzgarlo al final del tiempo.
En definitiva, a ÉL se le describe como «sin pecado» (Hebreos 4:15); como Aquel que «NO cometió pecado» (1 Pedro 2:22); y como «Al que no conoció pecado» (2 Corintios 5:21). El apóstol Juan declaró lo siguiente: «en ÉL NO hay pecado» (1 Juan 3:5) y Pedro dijo en su primera carta, que en EL NO hubo engaño en su boca (1ª Pedro 2:22). El Antiguo Testamento lo describe proféticamente como «el siervo justo» (Isaías 53:11), y como Aquel que ha «amado la justicia y aborrecido la iniquidad» (Salmo 45:7)