Hace casi 2 décadas, concretamente en el año 2006, falleció un joven, y apasionado creyente católico, un adolescente de 15 años italiano, llamado Carlo Acutis por Leucemia. La noticia en sí no es la trágica y dolorosa muerte de un joven, sino todo lo que ha ocurrido a posteriori, esto es, su PROCESO DE CANONIZACIÓN, por parte de la mencionada Iglesia de Roma, para declarar a este joven como santo.
- FASE 1: 7 años después de su muerte (2013) la Diócesis de Milán comenzó su causa de beatificación, para recopilar evidencias de su vida sus virtudes y testimonios. Tras ello, fue otorgado el título de»SIERVO DE DIOS», y esto a su vez significó que el Vaticano podía estudiar y analizar su caso.
- FASE 2: Tras 5 años de espera (2018), el Papa Francisco, a pesar que no lo conoció, lo reconoció como que vivió de manera ejemplar las virtudes cristianas de la fe la esperanza y la caridad, recibiendo ahora el título de «VENERABLE»
- FASE 3: Se necesita y requiere un milagro atribuido a su intercesión que esté probado y demostrado por el Vaticano. Le atribuyeron la curación de un niño brasileño que sufría una grave anomalía en el páncreas en el año 2013, 7 años después de la muerte de Carlos. La familia de este niño brasileño había pedido la intercesión del joven Acutis, rezando frente a una reliquia suya. Por ello fue declarado «BEATO» , estableciendo su fiesta litúrgica el 12 de octubre, fecha de su nacimiento. Y Día de la Hispanidad, todo sea dicho. Al ser Beato ya pasa a ser venerable, y se le reconoce oficialmente como un intercesor ante Dios.
- FASE 4: Se necesita un segundo milagro confirmado y atribuido a su intercesión para ser canonizado, es decir, declarado «SANTO» y, de esta manera, permitir su culto a nivel mundial, a nivel universal. A día de hoy la Iglesia de Roma está aún estudiando la causa.
Hermanos, yo NO necesito ni quiero un grupo de señores octogenarios en Roma, ataviados con lujosos y caros atuendos, y que ellos decidan, en un cónclave, si yo soy Siervo de Dios o Santo. NO necesito ni quiero que el Papa de Roma diga que soy Santo, ¿Sabes por qué?
DIOS MISMO EN SU PALABRA ME DICE QUE YA SOY SANTO
Para la Iglesia Católica de Roma (ICR), el concepto de «Santo» es exclusivo para ciertas personas reconocidas oficialmente por ella, tras su muerte, y después de un largo y meticuloso proceso de canonización, donde valoran y determinan a algunas personas como heróicas y extraordinarias, como modelos de vida cristiana e intercesores ante Dios.
Siervo de Dios, luego Venerable. Posteriormente Beato y, finalmente, Santo.
I.- ¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE SER SANTO?
Todos los creyentes nacidos de nuevo son santos, apartados, dedicados y consagrados para Dios, por su unión con Cristo, y por la justicia perfecta de ÉL que nos es imputada por gracia, mediante la fe.
Es curioso, puesto que antes de la salvación no lo éramos, ni tampoco lo somos, en los mismos términos de Dios, aquí en la Tierra, pero Dios nos considera, ya, Santos.
Efesios 1:1 «Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, a los santos que están en Éfeso, y fieles en Cristo Jesús.»
Efesios 4:11-12: «(Cristo) constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio.»
Filipenses 1:1 » Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Colosenses 1:1 «Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Hechos 9:32 «Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida»
Aún los cristianos más inmaduros, tal vez, de todo, los de Corinto, que estaban divididos, que parecían dudar de la resurrección, que abusaban de la Cena del Señor, que se denunciaban ante los tribunales unos a otros y que, incluso, taparon el inmoral y perverso caso de un congregante que se acostaba con su madrastra. Aún ellos fueron llamados santos (1 Cor. 1:2 y 6:11), fueron apartados por Dios, redimidos por Cristo, y unidos con ÉL. Dios nos ve y considera santos y justos, aceptos
- NO existe una categoría especial, sino que todos los hijos de Dios somos santos, al haber sido declarados justos por la fe en Cristo, quien fue hecho maldito, quien pagó nuestra pena, y quién se puso en nuestro lugar sustituyéndonos.
- NO hay proceso oficial ni designación o reconocimiento por parte del Papa de Roma. Aunque en parte sí llevan razón: la Cabeza de la Iglesia, no el Papa, sino Cristo (Ef. 1:22-23, 5:23, Col. 1:18), te declara y te nombra Santo. ÉL sí.
- NO se necesita que tú acredites obras ni milagros, porque NO se trata de ti, tus méritos, tus mejoras obras o tus grandes logros o milagros, sino de la Obra perfecta, completa y suficiente de Cristo. Se trata de Sus Milagros, Sus Méritos.
- Los santos NO interceden ante Dios, porque la Biblia dice que el único intercesor y mediador es Cristo, el perfecto y verdadero Santo de Dios.
Posicionalmente somos SANTOS desde el preciso momento de la conversión. Nuestro estatus es ese, Santos, ya que Dios nos aparta, nos libra de la potestad de las tinieblas, y nos trasladado al Reino de Su Amado Hijo, en unión con ÉL, y por la Perfecta Justicia de Él que cuenta como si fuera nuestra, por Gracia. Somos, de esta manera, aceptos en Dios,
II.- PUESTO QUE YA SOMOS, POSICIONAL E INICIALMENTE SANTOS, ¿VIVIMOS COMO SANTOS?
Una vez declarados Santos, en el momento de nuestra justificación, el Espíritu Santo empieza a trabajar, sobrenatural e internamente, en nosotros para ser conformados a la imagen de Cristo. Eso es lo que se conoce como la santificación, que es un proceso gradual, constante y progresivo que va a durar toda nuestra vida, donde vamos creciendo en santidad, en madurez espiritual, en estabilidad, en gracia, en el temor de Dios, en obediencia, en consagración, en el fruto,…
DIOS, CUANDO TE PERDONA, TE CAMBIA Y TE TRANSFORMA
Hay una frase muy popular, muy bonita, muy aceptada, pero muy errada, teológicamente hablando. Seguro que todos la habéis escuchado, y la habéis afirmado: «Dios te ama, tal y como eres»
Suena genial, pero no es cierta. Sólo hay una persona en todo el Universo, en toda la historia, en toda la eternidad que Dios ame tal y como es, y es Su Hijo, Cristo.
Sería mejor decir «Dios te ama, a pesar de cómo eres» Y ese es el amor insuperable e insondable de Dios. Y puesto que nos ama, y no precisamente por ser como somos, es que quiere que dejemos de ser como somos y nos transforma en aquel en quien sí ama tal y como es, en Cristo Jesús.
Filipenses 3:12-14 «NO que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. «
En este proceso, Dios nos moldea y requiere, para ello, toda nuestra implicación, nuesta dedicatoria, nuestra disciplina, nuestro trabajo intenso. Mediante la santificación, Dios prepara a Su Pueblo para llevarlos al cielo. El cielo NO está hecho para pecadores, sino para santos.
Imagina que sacas un pez del mar y lo dejas en la hierba del campo, se muere. NO está preparado. Pero si se le cambia la naturaleza y se le transforma, tal vez sí podría estar. Eso mismo hace Dios con nosotros: Nos transforma a la imagen del Santo, del Hijo, para estar con ÉL una eternidad
DIOS TRABAJA EN NOSOTROS, Y NOSOTROS TAMBIÉN TRABAJAMOS, COOPERAMOS CON ÉL
Nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo, hemos sido liberados del dominio y la esclavitud del pecado. Y es, inmediantamente después de nuestra salvación, donde aparece y tiene lugar esa incesante lucha y guerra, esa batalla interna entre la carne y el espíritu, y entre el Espíritu y la carne, ya que ambos se oponen entre sí (Gál. 5:17)
¿Cómo nos santificamos? Con Su Palabra y por Su Espíritu. Ambos unidos y ambos inseparables. Y aunque el pecado aún esté en la carne, podemos luchar, podemos resistir la tentación, podemos hacer morir el pecado y buscar, más y más, la santidad. Podemos deshacernos de los ropajes viejos y sucios, e ir vistiéndonos de santidad, de Cristo mismo, dando fruto. El Espíritu santo nos capacita para poder vivir en santidad
«Padre, santificalos en Tu Palabra. Tu Palabra es verdad»
PRIMERO POSICIÓN, LUEGO UNA CONTINUA PROGRESIÓN Y, FINALMENTE, UNA PERFECCIÓN FINAL
DICHO DE OTRO MODO; SANTOS, SANTIFICACIÓN Y GLORIFICACIÓN
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