Todos sabemos lo que es una guerra o un conflicto bélico, lo vemos por todos lados y en todas las televisiones, películas o series. Es una triste realidad que está en la historia del hombre, pero ¿Sabéis qué es la batalla de Armagedón? Apocalipsis 16:16 nos dice que es el futuro enfrentamiento final entre las fuerzas del bien y del mal que tendrá lugar en el Valle de Meguido, a unos 50 km de Jerusalén. El mundo incrédulo, dirigido y gobernado por el Anticristo, va a reunir a un ejército para tratar de luchar contra Dios, contra Cristo en Su 2ª Venida. No habrá batalla como tal porque cuando Cristo lance la Palabra todo acabará en ese preciso momento. Pero antes de esa futura batalla cósmica final, se produce en el interior de cada creyente otra lucha o batalla interna. Y este conflicto debemos afrontarlo a diario, constantemente.
Todos sabemos que es mejor ser humilde que orgulloso, ayudar a ser egoísta, hacer el bien a hacer el mal. ¿No? En mayor o menor medida, todos tenemos una conciencia que nos empuja a aprobar y hacer lo bueno, y rechazar lo malo. Ahora, ¿Tenemos la capacidad de cumplirlo y de estar a la altura de este estándar moral? Es decir conocemos o sabemos lo bueno, pero no podemos cumplirlo como quisiéramos.
Voy hacer un breve resumen: Cristo, pleno y verdadero Dios, en el cumplimiento perfecto del tiempo asume una naturaleza humana para venir a la Tierra, representarnos y vivir una vida perfecta para Dios y sustituirnos pagando nuestro castigo: “Yo pagaré por ellos, Yo moriré en Su lugar bajo la ira de Dios”. ÉL es Dios, no tiene pecado, la muerte no tiene potestad, con lo cual resucita, nos deja la evidencia, asciende al Padre y nos da promesas, entre ellas el Espíritu Santo, para morar y vivir con nosotros, y en nosotros. Nosotros, al oír este mensaje, y siendo impulsados y capacitados por ÉL, nos arrepentimos, creemos en ÉL, en su Persona y obra, y ÉL nos sella, nos entrega al Espíritu Santo.
- Nos adopta en Su familia, nos convierte en hijos amados y reconciliados.
- Nos justifica, nos pone en nuestra cuenta la justicia de Jesús.
- Nos da una nueva vida, un nuevo corazón.
- Nos da una nueva capacidad y una nueva motivación que antes no tenía.
- En definitiva, Cristo mora en nosotros.
- Gálatas 2:20 “Ya no vivo yo…Cristo vive en mí”. Esto mismo escribió Pablo unos 8 años antes de escribir la epístola a los Romanos, la cual nos vamos a referir a continuación.
Pareciera que, después de esto, todo es (o debería ser) un “camino de rosas” un plácido caminar cristiano, pero no es así en absoluto. De hecho, desde ese mismo instante comienza y se inicia la gran batalla, la lucha en ti. Un conflicto que antes no estaba, pero que ahora sí está. ¿Cómo es posible? ¿Si hemos dicho que Cristo mora en nosotros? Pues porque el pecado también mora en nosotros.
Hay una frase popular, que no está precisamente errada del todo, y que dice lo siguiente: “Un antiguo indio cherokee dijo a su nieto: dentro de cada uno de nosotros hay una batalla entre dos lobos; uno negro y malvado, que es la ira, la envidia, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras y el ego. El otro, blanco, es benévolo: es la dicha, la paz, el amor, la esperanza, la humildad, la bondad, la empatía, la verdad. El niño pensó un poco y preguntó, “¿Abuelo, qué lobo gana?” El abuelo contestó, “el que alimentes”
Si a mí me dieran la oportunidad de tomarme un café con un personaje histórico (y dejamos fuera a Jesús, que aunque fue histórico, es Dios), sin duda elegiría el mejor teólogo, evangelista y misionero de todos los tiempos: EL APÓSTOL PABLO.
- Judío, de la tribu de Benjamín, fariseo instruido por el maestro más respetado, gamaliel.
- Influenciado por la cultura griega, hasta el punto de hablar griego.
- Ciudadano romano de nacimiento.
- Lo más importante: Tuvo un encuentro con el Cristo Resucitado cuando iba camino a Damasco. El resto ya lo conocéis: 3 viajes misioneros, más uno final a la capital del mundo, a Roma , con un total de unos 15.000 kilómetros predicando el evangelio. Fundó, consolidó y alimentó a numerosas iglesias en Asia Menor, Grecia. Escribió más de la mitad del Nuevo Testamento, concretamente 13 epístolas. Tuvo una experiencia, una visión celestial que él mismo describe en 2 Corintios 12, en que afirma ser arrebatado al Tercer cielo, y para no jactarse de ello, le acompañó toda su vida ese “aguijón en la carne”
2ª Corintios 12:2-5 “Conozco a un hombre en Cristo, que hace 14 años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades. “
Contexto Romanos
Año 57-58 dC, estando Pablo en Corinto y finalizando su tercer viaje misionero, es que escribe la maravillosa carta a los romanos, para expresar su teología y su doctrina, y para decirles que tiene intención y deseo de ir a verlos. Pablo no conoce, ni ha fundado esa iglesia, pero antes de ir, y para ser bien recibido, él expone cuál es su doctrina y su teología, es decir lo que el enseña. De alguna manera es su carta embajadora. La carta a los Romanos es la mejor teología del mejor teólogo de todos los tiempos.
Una vez un joven ateo y burlón le dijo a un predicador en tono burlesco: “usted dice que los no salvos cargamos con el peso de nuestro pecado, pues yo no siento nada. ¿Cuánto pesa: 5 kilos, 10, 100 kilos? El predicador le contestó: “Si colocas un peso de 1000 kilos sobre un cadáver va a sentir la carga? Respondió,
- – “NO»
- – «¿Por qué?»
- – «Pues porque está muerto»
- -“ Pues el alma sin Cristo está muerta”
Los siguientes versículos que vamos a tratar de exponer, NO describen a un incrédulo o un creyente carnal, sino más bien a un disciplinado y victorioso discípulo de Cristo que sigue luchando día tras día contra el pecado que mora en él, pero habiendo sido ya libre de su dominio, de su esclavitud. Si nos fijamos en los verbos, están en tiempo presente, y no en pasado. Es una guerra, sí, pero no la vamos a perder, a pesar de que perderemos batallas y tendremos heridas de guerra. Es importante, necesario y urgente entender la naturaleza de la lucha interna del cristiano, ¿Para qué? Para depender más de Su Gracia, de una vida en el Espíritu, y entender la vida victoriosa disponible que hay en Cristo. Una vida de victoria sobre el pecado, sobre la tentación.
Vayamos a Romanos 7:14-25: El Apóstol Pablo abre su corazón, nos va a decir su propia experiencia, su propio testimonio, no como Saulo, sino ya como cristiano, como Pablo. Cómo el Apóstol ya maduro en el Señor. No lo veas como la lucha o la batalla de Pablo. Es tu lucha, y la mía. Es tu experiencia y es tu testimonio. Es algo que como cristiano debes de afrontar. Es más, si no la afrontas, si no te pasa esto a tí, puedes cuestionarte si realmente has nacido de nuevo. Se trata de un conflicto real, muy duro, muy intenso y muy fuerte.
I.- LA NATURALEZA DEL PECADO
“ Porque sabemos que la ley es espiritual (fue dada por el propio Espíritu Santo. Es santa, es de origen divino y le refleja a ÉL. Vamos a ver qué dice Pablo de sí mismo); mas yo soy carnal (“yo aún soy terrenal, mortal” ¿Veis el contraste?), vendido al pecado (Pablo ya no es esclavo del pecado, ha sido liberado de esa esclavitud, pero aún hay un residuo, una mancha de pecaminosidad en él que le hace guerra). 15 Porque lo que hago, no lo entiendo (no comprendo); pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago (aborrece el pecado, pero por él mismo es incapaz de vencerlo). 16 Y si lo que no quiero, esto hago (algo en contra de su voluntad, que intenta luchar contra ello, pero es inútil), apruebo que la ley es buena (la Ley obra como debe, definiendo el pecado y diciéndome”eres transgresor”). 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado (la naturaleza pecaminosa y caída heredada de Adán) que mora en mí.
Aquí vemos a un hombre, a un cristiano en un conflicto serio.
- Ama una cosa que no puede hacer siempre.
- Aborrece y detesta una cosa, que hace.
Salmo 38:18 “ porque yo declararé mi iniquidad lamentaré mi pecado”
La ley NO otorga poder, simplemente te dice “Haz esto, pero te deja solo”. El problema NO está en la ley. La Ley no te mata, es el pecado el que te mata (Rom. 6:23). La ley nos da una radiografía y nos dice nuestro estado. Cuando nos miramos en el espejo de la ley de Dios, nos damos cuenta que somos peor y estamos peor de lo que nos imaginábamos o pensamos. Pero no es la ley la que nos hace peor, es el pecado que mora y está en nosotros aún. A modo de ejemplo, la ley es como un aparato médico de radiodiagnóstico que detecta en nuestro cuerpo que tenemos cáncer. El cáncer ya estaba, pero ahora ha sido revelado. Así funciona la ley; no produce cáncer, pero nos hace ver lo que tenemos y que es muy grave, que en realidad el cáncer del pecado es metástasis expandido por todo el ser. Es, en definitiva, un agente revelador de nuestra maldad.
Las palabras de Pablo, “yo soy carnal, vendido al pecado” son tan fuertes, que ha habido no pocas discrepancias sobre qué quiso decir exactamente. Al final, hay consenso común; y es que aún tenemos pecado, y todos luchamos contra él. Pablo NO tiene falta de deseo, ni de ignorancia, él sabe y quiere hacer lo correcto. ¿Cuál es su problema? La capacidad, el poder: El no puede hacer lo correcto. Y Pablo no está usando excusas ni negando su responsabilidad como pecador. Él dice que cuando peca es él, pero que hay un impulso interior que le arrastra, le empuja, le incita, le lleva a ello, y eso no viene de su condición de ser hijo amado, reconciliado y justificado por Cristo, eso viene de su “antiguo yo”, de su antigua naturaleza corrupta. La antigua naturaleza se opone a la nueva, su carne quiere vencer a su mente, la cual está siendo renovada. Es como decir, de alguna manera, que Saulo se opone a Pablo.
II.- LA LUCHA INTERNA CONTRA EL PECADO
18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne (en mi naturaleza humana, caída y natural), no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo (“quisiera obedecer por mí mismo, sé la teoría, pero me es imposible”). 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago (Pablo aborrece el pecado, no lo quiere hacer, pero aún así peca. hay algo en él que le seduce a hacer lo que él mismo sabe que no agrada a Dios). 20 Y si hago lo que no quiero (“yo no quiero pecar”), ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí (Este deseo al mal, al pecado, NO procede del “verdadero yo regenerado” por Cristo). 21 Así que, queriendo yo hacer el bien (“voy a madrugar, voy a orar, leer mi Biblia, tener un tiempo devocional…”), hallo esta ley (este principio o regla): que el mal está en mí (tengo una naturaleza heredada de Adán que no quiere, no desea, y no puede ir y obedecer a las cosas de Dios. Y hay una oposición interna muy grande). 22 Porque según el hombre interior (regenerado, el que ha nacido de nuevo por el Espíritu Santo), me deleito en la ley de Dios (en obedecerle, en santidad y consagración Salmo 119:14, 47, 77 o 105, 2 Cor. 4:16, Ef. 3:216); 23 pero veo otra ley (otro principio de vida que es opuesto) en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente (la nueva identidad interior en Cristo), y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros (me esclaviza porque me impide hacer lo que deseo, y me tienta y empuja a hacer lo que ni quiero, ni sé que agrada a Dios).
El otro día, mientras estaba de patrulla, acudí a un conflicto, una pelea vecinal entre 2 personas. Y al llegar me percaté que uno de ellos estaba realizando obras, y ese fue precisamente el motivo de la discusión. Al llegar al lugar, observé que había un cartel en la casa que decía “Siento las molestias, pero estoy en obras” Hermanos, sinceramente creo que ese cartel deberíamos llevarlo todos los cristianos, porque precisamente estamos en obras, estamos siendo transformados, renovados, santificados. Estamos en un continuo proceso progresivo de crecimiento, desarrollo y madurez.
“Hermano, discúlpame, siento las molestias, pero estoy continuamente en obras, en reconstrucción”
Hay una frase del gran C.S. Lewis que decía lo siguiente “Ningún hombre sabe lo malo que es, hasta que ha tratado ser bueno”.
Aquí tenemos el conflicto entre las 2 naturalezas, la vieja y la nueva. Pablo sabe que hay 2 hombres en él; el viejo hombre muerto que ama los deseos de la carne y que no puede someterse a obedecer a Dios, ni tampoco quiere, y el “verdadero yo” o la nueva y regenerada naturaleza, quien se deleita en la obedecer a Dios. El cuerpo, la mente y el espíritu es el lugar del conflicto, es como el Valle de Meguido en la batalla de Armagedón. La carne sirve como la base de operaciones que el pecado, la naturaleza caída, utiliza para operar en nuestras vidas. El pecado usa nuestro ojos, nuestra lengua, nuestras manos, nuestro cerebro …nuestro cuerpo para llevarnos a pecar
Romanos 8:7 “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”
La nueva naturaleza regenerada quiere servir y agradar a Dios, pero la débil y muerta condición humana, es decir, el viejo hombre carnal, se caracteriza por estar enemistado con Dios, por no sujetarse a ÉL y por tratar de rebelarse. Martín Lutero, el gran Reformador del siglo XVI dijo lo siguiente: “Pensé que el viejo hombre había muerto en las aguas del bautismo, pero descubrí que el infeliz sabía nadar. Ahora tengo que matarlo todos los días…!”
¿Conoces de esta lucha?, ¿Sabes a qué me refiero? Estoy seguro que te resulta familiar
- “Señor, perdón, te he fallado”
- “Señor, ayúdame. Yo quisiera no pecar más”
¿No te pasa que cuando pecas te sientes mal, te da vergüenza? Eso le pasaba a Pablo y te pasa a tí si eres cristiano, porque no quieres pecar, pero te atrae, te tienta y te seduce. Aborreces el pecado, pero el pecado te engaña, porque él no te aborrece a ti, y habita en tí. ¿Quieres hacer el bien , andar agradando y obedeciendo a Dios? Ahí es justo cuando la batalla interna se intensifica más. ¿Quieres ver una serie o una película de Netflix? No habrá problema alguno. ¿Quieres leer y estudiar un rato la Biblia, después de orar? Y es como si todo el mundo se pusiera en contra para impedirlo y luchar. Y sabes que es verdad; a ti también te pasa. Vas a empezar la Biblia, pero de repente coges el teléfono móvil para ver la hora, y vas a whatsapp, a facebook, a Instagram… Eso no nos da pereza, pero leer la Biblia, sí. Hay resistencia, hay oposición, hay lucha. ¿A ver RRSS, o una serie de 25 capítulos en Netflix durante un fin de semana? NO. Hay resistencia si decides leer la carta a los Gálatas o los Efesios que dura menos de un capítulo de cualquier serie de Netflix. Hay oposición a ponerte 15 minutos a orar antes de empezar el día ¿Te das cuenta de esta realidad?
A pesar de la obra regeneradora del Espíritu Santo, de ser hechos nuevas criaturas y de que vamos siendo transformados de gloria en gloria, aún queda un residuo de pecado que vamos a llevar hasta la muerte. Tanto si eres recién convertido, o si eres maduro en la fe, debes saber esto: una mancha de pecaminosidad te va a acompañar toda tu vida, y te va a plantear guerra. Durante esta vida, a este lado del cielo, nunca vamos a ser todo lo bueno que queremos ser. Pablo reconoce que no hay ningún bien en él, por sí mismo. ¿Has llegado tú a esa conclusión? Es necesario llegar hasta allí, aunque sea tras hacerte añicos. El problema es que el viejo hombre nuestro se llama ego y orgullo y nos dice y susurra a diario lo contrario
Romanos 6:12 “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias (sus lujurias)“
El pecado está en nuestro cuerpo mortal, ya hemos sido liberados de su dominio, de su poder esclavizante, pero aún nos empuja y debemos luchar y ser firmes ante él. El diablo nos susurra que aún somos sus esclavos, el pecado nos empuja fuertemente a pecar, nos tienta, pero esa NO es nuestra identidad. Nosotros somos hijos de Dios, liberados de la esclavitud, pero que aún debemos luchar y combatir, porque el pecado residual que aún está en nosotros se resiste constantemente y va a tratar por todos los medios posibles para que hagamos el mal que no queremos, y va a tratar de impedir el bien que sí queremos.
Gálatas 5:17 “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”
Si hay alguien que sí podía jactarse y gloriarse en la carne ese no soy yo, no eres tú, es Pablo, el que está abriendo su corazón, precisamente
Filipenses 3:4-7 “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: 5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. 7 Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.”
NO valía para nada. Juan 3:6 dice “Lo que nace de la carne, carne es…”
III.- LA GLORIOSA RESPUESTA AL PECADO
24 ¡Miserable de mí! (“¡desgraciado de mí!”) ¿Quién me librará (rescatará) de este cuerpo de muerte (de esta condición)?
Pablo toca fondo. No es un incrédulo quien hace esta frase ¡Hablamos de Pablo!. Ha llegado a la parte más baja de su desesperación e impotencia. Está haciendo una llamada de socorro, con frustración y tristeza. Debemos de llegar al mismo lugar de desesperación para encontrar la victoria.
- “Yo amo la Ley de Dios, y aborrezco lo que acabo de hacer. Soy un miserable”.
Eso es el patrón de un cristiano toda su vida. Y se da por vencido. Él NO puede, necesita a alguien. NO dice “¿Cómo puedo librarme yo de esto?, no. ÉL dice ¿Quién lo hará?, ¿Quién puede librarme de esto?,
“Señor, anhelo el día en que no tenga estorbo del pecado y pueda adorarte todo el día, cuando nada, absolutamente ningún estorbo de este mundo disminuya mi atención por Ti»
Ese es el anhelo que debe tener todo verdadero y genuino cristiano:
- “¿Esforzarte más por tratar de obedecer la ley?”. ¡NO! La Ley no salva, tampoco santifica.
¿Conocéis la frase “cargar con el muerto”? Pues en la Edad Media, había una forma de castigo muy cruel que empleaban sobre todo los etruscos, y que consistía en atar un cadáver por la espalda a un hombre vivo, con todo lo que ello implicaba de vergüenza, descomposición, putrefacción, debiéndolo arrastrar por todos lados. El asesino debía cargar con el asesinado, y resultaba infectado, contagiado, incluso moría. Esto es lo que Pablo se refiere y lo que cada cristiano debe hacer día tras día, ya que tiene dentro de sí la nueva vida, un principio viviente e inmortal, que el Espíritu Santo ha puesto, pero siente que cada día debe arrastrar consigo este cuerpo muerto, este cadáver, algo tan repugnante, tan horrible, tan abominable para su nueva vida, como un cadáver muerto y apestoso lo sería para un hombre vivo, como el del ejemplo que he dado.
En el mismo momento y en el mismo preciso instante que gritas desesperado ¿Quién me librará de ésto?, Es cuando vences, cuando obtienes la respuesta y el camino a la vida de victoria. Porque ya no te miras a tí mismo, ahora le miras a ÉL. Ya no dices “yo no puedo”, ahora dices “ÉL lo hizo, Él obedeció, ÉL cumplió a la perfección”
Hay un camino, un único camino a la victoria:
¡GRACIAS A DIOS POR JESUCRISTO, ÉL ME HA HECHO LIBRE. ÉL ME VA A LIBERAR POR COMPLETO!
25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
2 gritos vemos en estos versículos. Iguales de fuertes, pero con sentimientos opuestos. En uno hay desesperación, miedo, abandono, derrota, fallo, frustración, amargura. En el otro hay clamor, júbilo, expectación, gozo, exaltación victoria, gratitud.
- V. 24 “Miserable de mí…”
- V.25 “ Gracias a Dios por Jesucristo “
Pablo mira fuera de sí, y da las gracias a Dios por Cristo. ÉL es el remedio, la única solución. Dios ha provisto liberación en Cristo. ÉL no nos va a dejar en este estado de desesperación, de frustración. Si tratas de obrar según tú, según tu carne, serás miserable. Debemos hacer morir, por el Espíritu, las obras de la carne, día tras día, hasta llegar a la meta (Fil. 3:7-14)
Hechos 4:12 “ y en ningún otro hay salvación; porque NO hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.”
Pero espera, Pablo acaba de dar un grito de júbilo, acaba de celebrar la victoria, nos acaba de decir que ÉL ha vencido por nosotros, que nos da la victoria, pero ¿ahora nos dice ésto otra vez? Quiere dejar claro que no podemos olvidarnos de la lucha. La lucha, la batalla continúa y no termina hasta que te mueras
CONCLUSIÓN:
- La lucha interna es una realidad constante en tu vida si eres cristiano. ¿Es real? Sí, ¿Hay victoria? Sí, en Cristo. Es una guerra, sin tregua, que va a durar toda tu vida. No la pelées en tus propias fuerzas, sino en el Poder del Espíritu de Dios.
- Debes renovar y transformar tu mente, por medio de la Palabra de Dios, y someter toda decisión, acción, pensamiento a la obediencia a Cristo.
- NO interpretes esta lucha como un síntoma de que no eres cristiano, que estas fallando, que eres inmaduro o estancado espiritualmente. Eso es lo que pretende hacerte creer el Diablo. El hecho de que estés en pie de guerra es parte de la experiencia normal del cristiano, como Pablo.
- ¿Luchas contra el pecado?, ¿Contra las tentaciones y los deseos que agradan al mundo y desagradan a Dios? Déjame decirte que No vas a ser capaz ni por tí, ni por ley, por mucho que la ley te diga lo malo o te diagnostique, pero es que no puede proporcionarte la capacidad ni la fuerza para hacer lo bueno santo y agradable a Dios, no puede curarte.
- La victoria no consiste en que se termina la lucha, NO. La victoria significa que el poder del Espíritu Santo sobrepasa toda tu capacidad propia y tu fuerza humana. Haz morir las obras de la carne en el poder del Espíritu.
Romanos 8:13 “porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”
¿Quién debe luchar y matar (hacer morir)? Tú y yo. ¿Cómo? en el Poder del Espíritu Santo. Aquí sí está aún vigente la Ley del “ojo por ojo, diente por diente”. ¿Por qué? Por qué la Ley quiere matarte, y tú debes matarla.
2ª Corintios 10:3 “Porque aunque andamos en la carne (aún somos carnales), no peleamos según la carne (no luchamos por nosotros mismos, no podemos), porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”
- De hecho la lucha no acabará hasta la resurrección del cuerpo, hasta la glorificación final, cuando Cristo venga.
John Owen dijo lo siguiente: “Seremos librados de este cuerpo de muerte, ¿cómo? por medio de la muerte del cuerpo. No hay otra forma.”
Te doy un adelanto, que ya lo hizo Pablo en el último versículo de este capítulo 7 para hallar, no solo consuelo, sino la victoria. Y esto también es la experiencia real de Pablo.
No olvides que Romanos 7 está inmediatamente antes de Romanos 8.
¿Sabes cómo empieza el capítulo 8? Ninguna condenación.
Romanos 8:1 “ Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”
¿Sabes cómo finaliza este capítulo 8? Ninguna separación.
Romanos 8:38-39 “ Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
¡GRACIAS A DIOS POR JESUCRISTO!
ÉL ya venció, y nosotros estamos en ÉL.
- ÉL nos liberó de la culpa y la condenación del pecado. Cristo pagó el precio.
- ÉL nos liberó del poder, del dominio y de la esclavitud del pecado. Ahora somos esclavos voluntarios, y por amor, de Cristo.
- Y un día nos librará de toda presencia, mancha y residuo del pecado, y esta lucha que hoy afrontamos cada día, terminará. Porque esperamos la redención de nuestro cuerpo, y esa es nuestra esperanza. Lo corruptible será incorruptible e inmortal, y Cristo nos transformará en semejante Suya.
- Hoy, el pecado es un inquilino temporal que un día será expulsado por completo. Mientras tanto nos ha provisto el Espíritu Santo, y la armadura de Dios para hacer frente
- Yo quiero, pero no puedo ¿Entonces qué? Cristo. ÉL nos da Poder para una vida poderosa y victoriosa. Estamos vinculados con Él, y la presencia del Espíritu Santo en nosotros es más que suficiente para vencer las obras de la carne
«AHORA ME LLEMO CRISTIANO, MI NOMBRE ANTERIOR ERA MISERABLE» John Bunyan, El Progreso del peregrino.