Para mí, mi padre siempre ha sido un gran ejemplo, un modelo a seguir y un espejo a quien uno, en este caso yo, poder fijarse. Siempre he intentado ser como él, de hecho la vocación de mi profesión me viene de él. Ambos somos guardias civiles. Pero no basta solo con ese deseo, esa motivación, esa intención, por muy buena que sea. Hay que tener cercanía, contacto, fijarse, mirarlo. Y yo que he vivido, día tras día, casi 20 años con él, he podido ver sus virtudes, sus defectos, su actitud, su formalidad, su carácter serio, sus gestos, palabras, … y yo he tratado de ser como él. En definitiva, cuanto más tiempo pasaba con, cuanto más me fijaba en él, más me parecía a él
Esto no se trata, aunque lo merece, de un homenaje a mi progenitor, sino de una ilustración y ejemplo para ir al versículo que hallamos en la 2ª carta de Pablo a los Corintios, 3; un capítulo que realza la superioridad del Nuevo Pacto con respecto al Antiguo, y que lo ilustra en una historia conocida por los destinatarios de esta epístola cuyo protagonista es Moisés bajando del Sinaí con un velo en el rostro.
- Moisés pidió a Dios ver la Gloria a Dios (Éx.33:18), y ÉL le colocó en una hendidura y le.permitio parcialmente, y sólo a él, ver sus espaldas, pero NO Su Rostro. Está claro que Dios está hablando en un lenguaje figurativo.
- Cuando Moisés descendió del Sinaí se colocó un velo en el rostro debido al miedo del pueblo, a causa de que Su Rostro resplandecía. Pero era un brillo temporal que desvanecía.
Hoy todos y cada uno de nosotros, en el Nuevo Pacto podemos ver la Gloria de Dios en el evangelio de la cruz de Cristo en su máxima brillantez. Cristo es el resplandor y la imagen misma de Dios, en ÉL habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col.2:9). Como le dijo el propio Señor a Tomás: “Quién me ha visto a Mí, ha visto al Padre”
2ª Corintios 3:18 RV1960 “ Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
2ª Corintios 3:18 NTV “Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen.”
En el momento en que nos convertimos a Cristo, el velo de nuestro corazón es quitado, se desvanece, es levantado del corazón, y dice que todos, absolutamente todos los creyentes, todos los cristianos podemos mirar, ver y contemplar. Miramos “cara a cara descubierta”, es decir, hay un acceso directo a la Presencia misma de Dios. Pablo está diciéndonos que el Nuevo Pacto, a través de Cristo, permite una relación más cercana e íntima con Dios. Este Nuevo Pacto es superior, es mejor. NO hay impedimento ni obstáculo para ver y deleitarnos en Su Gloria.
A diferencia de Moisés, que fue el único que subió al Sinaí para contemplar la Gloria de Dios (haciéndolo de manera parcial) mientras recibía la Ley, todos nosotros estamos ahora con el rostro descubierto para poder ver y contemplar. No se trata de Moisés, no se trata de los profetas, apóstoles o pasores y predicadores, sino de una experiencia de todos los hijos de Dios, los reconciliados con ÉL.
Cuando los creyentes contemplamos la gloria de Dios a través de Jesús, somos lentamente transformados por el Espíritu. Buscamos tiempo en su presencia a través del espejo de la Santa Palabra de Dios, para ser más y más como ÉL, y es ahí cuando nuestra vida empieza a reflejar más y más el carácter de Cristo, que es Fruto del Espíritu (Gálatas 5:22ss). Se trata de una transformación continua y progresiva vinculada, estrechamente relacionada e íntimamente conectada a la medida que contemplamos la Gloria del Señor, y vamos siendo transformados y remodelados precisamente a Su imagen, a semejanza de Cristo, de un nivel de gloria a otro. NO es un cambio o una transformación instantánea, sino un crecimiento continuo y progresivo
Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
Aquí Pablo dice que debemos renovar nuestra mente, nuestro entendimiento a través de la Palabra, para 2 cosas:
- NO ser arrastrado por la corriente mundana que va en contra de Cristo.
- Conocer a Cristo, Su Voluntad.
Cuanto más conozcamos, más crezcamos en el conocimiento de Cristo y más veamos la Gloria de Dios en Cristo, más se revela ÉL en nuestra vida, y más lo vamos reflejando. Miramos, contemplamos. En esa contemplación de la gloria de Dios en Cristo nos transforma, y en esa transformación (interna y externa), proyectamos y reflejamos al mundo, al prójimo y, mientras nosotros vamos siendo hechos a Su imagen cada vez más, ÉL está siendo glorificado.
REFLEJAMOS LO QUE CONTEMPLAMOS
La santificación es contemplar al Señor, mientras vamos siendo renovados, transformados y moldeados como ÉL, despojado del viejo hombre y revestido del nuevo (Col.3:8, Ef.4:17-25). Asemejándos a ÉL para reflejarle.
Filipenses 3:12-14 “ No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”
Ser semejantes a Cristo será nuestra meta final, y nuestra vida aquí en la tierra es el camino precisamente a ello.
Romanos 8:29 “ Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”
LA SALVACIÓN ES, PRIMERAMENTE PERDÓN, PERO INMEDIATAMENTE DESPUÉS, VIENE LA RECREACIÓN Y RESTAURACIÓN
La Gloria que reflejó el rostro de Moisés al bajar el Sinaí desvaneció, fue temporal. Se fue, se perdió, se desvaneció, se apagó.… La nuestra, por el contrario, es cada vez mayor, cada vez más semejante a Cristo, el varón perfecto. Nosotros vamos de gloria en gloria. Y todo esto es la obra transformadora de Dios Espíritu Santo.