Habiendo visto en los temas anteriores la urgente y necesaria labor de Cristo, quien nos rescató del poder y la influencia del pecado, no podemos omitir que, como Profeta, nos rescata de nuestra ignorancia enceguecedora del pecado, siendo ÉL, el mejor y verdadero Profeta, quien habla al Pueblo de parte de Dios, anunciado por Moisés en Deuteronomio 18:15 (pero superior a este, Hebreos 3), profetizado en Isaías 61:1-2, ÉL es El Logos (Juan 1:1), la luz de Mundo (Juan 1:18) y la última y mejor revelación de Dios a la humanidad.
Hebreos 1:1-2 «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (…)»
Hechos 3:22-24 «Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a ÉL oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.»
ÉL, como PROFETA durante su ministerio terrenal, predicó, proclamó y enseñó el Mensaje de Dios, haciéndolo con una autoridad que ni aún los escribas o los doctos de la Ley tenían. Además de sus numerosas parábolas ilustrativas, es de destacar tanto el Sermón del Monte (Mateo 5-7) donde enfatizó la idea del Reino de Dios, como el mensaje del Monte de los Olivos (Mateo 24-25), con un claro enfoque escatológico y énfasis en los eventos finales que conducirán al establecimiento del Reino de Cristo por mil años. Por último, es de gran importancia en su ministerio profético el Mensaje del Aposento Alto (Juan 13-16) durante la noche previa a su crucifixión.
Pero ahora, en este tema, nos adentramos en su labor mediadora como SACERDOTE, es decir, quien habla y se presenta ante Dios, de parte y en representación del pueblo. Y el Señor Jesús es nuestro gran Sumo Sacerdote. Si bien todos nosotros necesitamos un sacerdote, y es algo común en casi todas las religiones, es necesario despojarnos de la idea de personas con atuendos religiosos consistentes túnicas elegantes, que pretenden ser representantes de Dios ante la sociedad moderna. Asimismo necesitamos un representante que nos represente en el lugar donde nuestras impías vidas no podrían sobrevivir, alguien que pida con éxito a Dios misericordia, bondad y compasión en nuestro nombre.
Aún un insuficiente Job para presentarse ante el Altísimo Dios tenía ese anhelo, esa necesidad de que existiera entre ambos un puente que una el abismo distante, un árbitro, un mediador (1ª Timoteo 2:5)
Job 9:32-33 «Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, y vengamos juntamente a juicio. No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos.
Aunque Dios escogió a Israel para ser una nación sacerdotal, esta función fue dada concretamente a Aaron, hermano de Moisés (Números 18:1), y posteriormente a la Tribu de Leví (Números 18:2). Todo era figura y tipo del Mesías-Sacerdote, Jesús, quien procedía no de la tribu de Leví, sino de Judá.
Que Jesús fuera descendiente de la tribu de Judá le descalificaba automáticamente del sacerdocio aarónico, pero Dios estableció un orden diferente y superior, el orden según Melquisedec (Génesis 14:18-20 y Hebreos 7:1-3)
Hebreos 5:1-5 «Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que ÉL también está rodeado de debilidad; y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a Sí Mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy.»
- Debe ser tomado de entre los hombres para ser su representante.
- Elegido y designado por Dios, no por los hombres.
- Actúa en pleno interés de los hombres en lo referido a Dios.
- Debe ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados.
- Debe ser santo, perfecto, moralmente puro y consagrado al Señor (Levítico 21:6-8)
Podemos resumir claramente en 2 las funciones de un sacerdote; por un lado la propiciar a Dios (satisfacer las demandas y exigencias de su santidad violada) mediante ofrendas y sacrificios, por otro lado, interceder a favor de las personas.
Se debe tener en cuenta, para el estudio y mejor entendimiento de este tema, que todo el Antiguo Testamento apunta y señala, en su revelación progresiva, al Nuevo, y que Cristo es el antitipo y arquetipo de los sacerdotes, ofrendas y sacrificios veterotestamentarios.
Habiendo establecido a Cristo como Sacerdote según el orden de Melquisedec, podemos resumir los rasgos y principales características de este sacerdocio de la siguiente manera, en base a los siguientes versículos:
Génesis 14:18-20 «Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo. »
Hebreos 7:1-3 «Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.»
A diferencia del sacerdocio aarónico, era un sacerdocio real, ya que Melquisedec era tanto rey como sacerdote. Profetizado esta doble función por Zacarías unos 500 años de la venida de Cristo.
Zacarías 6:13 « ÉL edificará el templo de Jehová, y ÉL llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos»
Al contrario del sacerdocio aarónico, no había vinculación con la ascendencia, ya que de Melquisedec no se nos dice quiénes son sus padres, o dónde nació. NO se especificaba su tiempo, el inicio ni el final de su ministerio. Cristo es Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Salmo 110:4). Este orden era superior al de Aarón, y Abraham mismo así lo reconoció en Génesis 14:20. Melquisedec le ofreció pan y vino a Abraham tras la batalla para reconfortarlo.
Es precisamente en el capítulo 3 Zacarías, donde vemos, en una visión, al sumo sacerdote Josué, quien debía de tener mayor santidad y quien se encarga de expiar el pecado, siendo acusado por Satanás por carecer de santidad, precisamente. A partir del versículo 8, se nos presenta que un nuevo y mejor Sumo sacerdote, quien está por llegar, nos hará justos, santos, limpios y rectos
Los capítulos 4, 5 y 7 de Hebreos, que se consideran el corazón mismo de la carta, defienden la superioridad del sacerdocio de Cristo, en comparación con el imperfecto Aarón, quien primeramente y antes de ofrecer continuos sacrificios en favor del pueblo, ofrecía sacrificios por sí mismo. Dios designó a su Santo, Impecable, Inocente y Perfecto Hijo como Sumo Sacerdote. El superior sacerdocio de Cristo, más que cualquier otra cosa, hace que el Nuevo Pacto sea mejor que el Antiguo.
¿En qué aspectos podemos ver claramente la función sacerdotal de nuestro Señor? Primeramente Cristo fue nuestro representante en su holocausto, el cual comenzó en su entrada a este mundo, tal como dice Hebreos 10:5-7, consumándose en la cruz del calvario; siendo además nuestro sustituto en el sacrificio por el pecado. De igual manera Cristo intercede de forma permanente, hasta la consumación del siglo (1ª Juan 2:2)
Hebreos 4:15 «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.»
Hebreos 7:26 «Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos»
Por ello, por el valor excelso, supremo y preeminente de Cristo es que su sacrificio fue superior a todos los anteriores. ÉL entregó y dio su vida, derramando su sangre una vez por toda y para siempre, para establecer el sacrificio verdadero y eficaz que libera de la culpa y que santifica.
Hebreos 7:27 «(…) que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. «
Mientras los sacerdotes levitas realizaban incesantes y continuos sacrificios, diarios y anuales (Día de la Expiación), Cristo, en pleno contraste, hizo uno, siendo una vez y para siempre, con una alcance universal para todos los hombres y para toda la eternidad. Es una Obra acabada y consumada que no tiene que repetirse nunca, en contraste con los sacrificios del A.T. Mientras los sacerdotes eran los imperfectos y continuos mediadores de Dios, Cristo se presentó como el perfecto Sacerdote, el mejor, verdadero y único mediador. En la cruz actuó como sacerdote y víctima a la vez ya que, sin intervención de otro agente, se ofreció a sí Mismo en ofrenda de expiación.
Hebreos 9:15 «sí que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. «
Su Muerte inaugura el nuevo pacto, siendo ÉL el mediador y trayendo a la vez redención de la maldición que recaía sobre los transgresores del primer y obsoleto pacto (Romanos 3:24-26)
Hebreos 9:26-28 «De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.»
Cristo se ofreció a Sí mismo una sola y única vez, para dar respuesta y solución a la regla general del pecado universal, que no es otra que la muerte de todos.
Hebreos 10:5-12 «Por lo cual, entrando en el mundo dice: sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios»
Cristo asume una plena y verdadera humanidad, para en obediencia perfecta al Padre, ser el Siervo Sufriente quien expió el pecado, llevándolo consigo en su mismo cuerpo. Tras ese perfecto y único sacrificio, nuestro gran Sumo Sacerdote, sí pudo sentarse, haciéndolo además en el lugar de honor, gloria y preeminencia que merece.
ÉL hizo el Sacrificio de un valor eterno, porque ÉL mismo se sacrificó, satisfaciendo la Justicia de Dios, y Su Valor en sí, como pleno y verdadero Dios es eterno; ÉL era la Ofrenda y el que ofrendaba.
Jesús en el Calvario pasó a ser nuestro Gran Sumo Sacerdote; siendo a la vez en la Cruz, el sacrificio y el sacerdote. Proviniendo de la Tribu de Judá, ÉL es Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Hebreos 5:6), quien hizo rasgar con SU Muerte el velo del Templo de arriba abajo (Mateo 27:51) para así dejarnos entrada y acceso libre al Padre, sólo y únicamente a través de SU Persona, y poniendo fin al sacerdocio del Antiguo Testamento. Somo real sacerdocio, sacerdotes con pleno acceso y entrada al Padre por y en ÉL.
CON LA CRUZ SE PONE FIN A UN SACERDOCIO, EL AARÓNICO, PERO TRAS LA CRUZ SE INICIA E INAUGURA UN NUEVO Y MEJOR SACERDOCIO, EL DE CRISTO.
Ya NO hay necesidad alguna de sacerdote terrenal, pues ahora tenemos un Perfecto Sacerdote en los cielos, quien representa, intercede y media por nosotros, Su Pueblo, haciendo peticiones y ruegos especiales a Dios en favor nuestra; tampoco hay necesidad de un templo físico o terrenal, ni de una casta o «élite» sacerdotal que intervenga ante Dios por nosotros, ahora el camino ha sido abierto y podemos entrar al Lugar Santísimo por la Sangre de Jesucristo (Hebreos 10:19-22).
ÉL es nuestro Abogado, y es su propia Presencia, una intercesión por sí misma, ya que es un recordatorio perpetuo de la expiación que se ha hecho, de la propiciación que se ha ofrecido una vez y para siempre. Su continua intercesión está basada y fundamentada de manera inseparable en la obra que ÉL realizó en la cruz, y consiste en abogar por nuestra causa, la causa de los creyentes, junto al Padre y en contra de Satanás (Zacarías 3:1-ss, Apocalipsis 12:10). Allí, en base a la cruz, refuta todos los cargos que Satanás pudiera usar en nuestra contra para acusarnos (Romanos 8:33-3), intercediendo igualmente por nosotros, como si de alguna manera continuara aún con aquella oración sacerdotal de Juan 17.
1ª Juan 2:1-2 «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y ÉL es la propiciación por nuestros pecados; y NO solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.»
Romanos 8:33-34 «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.»
Hebreos 7:24-25 » Más éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por ÉL se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.»
Nuestras oraciones NO tendrían sentido ni efecto si no tuviéramos un «abogado para con el Padre», un Mediador ante el Trono de la Gracia, siempre que ese Mediador fuera un hombre semejante a nosotros, para así representarnos. Ahora está «vestido» con una humanidad glorificada (Hebreos 2:14-16), siendo nuestro Sacerdote, Mediador («uno que está en medio o entre 2 partes») y Abogado defensor e Intercesor («uno que alega y defiende una causa.»)
Melquisedec significa «Rey de Justicia», y como era Rey de Jerusalén, su título significa «Rey de Paz», pues Jerusalén literalmente significa «ciudad de paz»; Jesucristo es el Perfecto Rey de Justicia (Isaías 32:1), siendo a la vez que es el Príncipe de Paz (Isaías 9:6)
El Catecismo Mayor de Westminster, en su pregunta 55 responde lo siguiente en cuanto a la intercesión de Cristo.
«Cristo intercede apareciendo en nuestra naturaleza continuamente delante del Padre en el cielo, por el mérito de su obediencia y sacrificio en la tierra, por declarar Su voluntad de haberlo aplicado a todos los creyentes, por responder a las acusaciones hechas contra estos, en procurarles la quietud de conciencia a pesar de las caídas diarias, así como el acceso con toda confianza al Trono de la Gracia, y la aceptación de sus personas y servicios.»
Louis Berkhof dijo lo siguiente: «Cristo se presenta a Sí Mismo delante de Dios como nuestro Representante. Su Perfecta Humanidad, Su Carácter oficial y Su obra consumada ruegan por nosotros delante del Trono de Dios. Todo lo que el Hijo de Dios encarnado es, y lo que hizo en la tierra, ÉL es y ÉL hizo por nosotros; para que Dios pueda otorgarnos el favor que le es debido a ÉL. Su presencia, por lo tanto, es una intercesión perpetua y predominante con Dios a favor de Su Pueblo, y asegura para ellos todos los beneficios de Su Redención»