En el Sinaí, Dios manda a Moisés subir al monte para mostrarle como debían serbirle y adorarle. También les dio instrucciones muy precisas para edicar un santuario sagrado: El Tabernáculo.
Reina-Valera 1960. Éxodo 25:1, 2, 8 y 9
1. Jehová habló a Moisés, diciendo:
2. Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la
diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda.
8. Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.
9. Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño
de todos sus utensilios, así lo haréis.
Nos encontramos en esta porción de la Palabra, en el monte Sinaí.
Dios manda a Moisés a subir al monte para mostrarle cómo debían desde ese momento servirle y adorarle.
Dios comienza a dar las instrucciones para edificar un santuario consagrado a ÉL. Ese santuario sería llamado «El Tabernáculo».
Dios quería morar en medio de su pueblo. Quería Tabernaculizar. Toda la composición del mismo simboliza a Jesucristo, que mucho después «Tabernaculizaría» entre nosotros (Jn. 1:14).
Dios comienza mostrando a Moisés que era legítimo para edificar la obra, pedir de ofrendas al pueblo, PERO con dos características:
1. Que todo varón la diera de su voluntad.
2. Que la diera de corazón.
El destino de esas ofrendas debía de ser la edificación del santuario para ÉL (v.8) . Y muy importante el diseño del mismo, era para los llamados por Dios (v.9).
Nuestra aplicación actual, es que bien es lícito pedir para la edificación del santuario, pero debe salir del corazón de los hermanos, no inducir a ello.
El fin de esa ofrenda es la edificación del santuario, de la obra en nuestros días y ojo todo ello dirigido por los llamados por Dios, no por personas puestas por mano humana.