Reconozco que cuando abro un libro catalogado y aclamado como obra maestra, lo hago con cautela y sin dejarme impresionar fácilmente, pero también he de reconocer que si, además de ello, viene la firma de R.C. Sproul, la confianza que me otorga ese libro, es difícilmente igualable.
El Dr. Sproul, quién es para mí, el mejor teólogo y maestro del pasado siglo, es el autor de este libro, La Santidad de Dios. Es más, a pesar de su amplio y excepcional repertorio, este libro, escrito en 1985, es su obra maestra y la más conocida de todas. Podría decirse, sin ningún género de dudas, que esta obra debe estar en la biblioteca de cualquier cristiano bíblico, junto con clásicos del calibre de: Confesiones de Agustín de Hipona, Mero Cristianismo de C. S. Lewis, La Institución de Juan Calvino o El Conocimiento del Dios Santo de J.I. Packer.
Nada tiene mayor convicción que una enseñanza que ha impactado en la vida del autor, y eso es lo que pasó con el Dr. Sproul, quién quedó totalmente desecho y transformado tras una exposición de la gloriosa visión del capítulo 6 de Isaías. Reconozco que leer lo referente a este capítulo en el libro, ha provocado semejantes sentimientos en mí. No exagero si digo que la vida, la enseñanza, la predicación y el ministerio de RC Sproul fueron gloriosamente moldeados tras el impacto de la Santidad de Dios. En definitiva, podemos percibir claramente que el autor no es frío ni lejano en enseñarnos sobre este tema, ya que se aúna la experiencia transformadora personal, con un profundo análisis teológico y doctrinal.
¿CUÁL FUE LA INTENCIÓN DE RC SPROUL?
Realzar la majestuosa, refulgente y sublime Gloria de Dios, enfatizando en la Santidad de Dios como el eje, el epicentro y la clave para entender a Dios, Sus obras, actos, decisiones, juicios y demás atributos. Es el atributo que envuelve y define todos los demás, y que se percibe como Su absoluta perfección moral y su separación de todo lo creado.
En poco más de 200 páginas, Sproul nos muestra, de una magnífica manera, algunas de las reacciones bíblicas ante la Santidad de Dios como puede ser la de Isaías (Is. 6), Habacuc (Hab. 3:16), Pedro (Lc. 5:8-9), Job (Job 42:6), Ezequiel (Ez.1:28-29) o Juan en Apocalipsis 1:17. Todas y cada una de ellas tienen en común que se estremecieron, temieron, temblaron y se magnificaron ante ella. Leer estas fascinantes historias ante la Santidad de Dios, me hizo coger rápidamente bolígrafo de tinta fina y anotar en los pocos espacios que aún queda en mi Biblia de estudios. Te puedo garantizar que leyendo esos pasajes y, sobre todo, viendo esas respuestas, pude estremecerme a la vez que dar las gracias a Dios por Su Santidad. Este libro te lleva a reverenciarle.
Marcos 4:35-41 «Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas.Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?»
Resulta curioso que los discípulos, experimentados pescadores, una vez finalizada y cesada aquella temible tormenta que les hizo temer como nunca antes, reaccionaron no con gozo o alegría por haber pasado la situación de crisis o peligro, sino con más miedo o terror aún. Su miedo no desvaneció, sino que se intensificó. ¿Por qué? A causa de ellos, miserables pecadores, y sobre todo, de Aquel quien estaba parado frente a ellos, El Santo de Dios.
«Una cosa es ser víctima de una inundación o ser presa del cáncer; otra muy diferente es caer en las manos del Dios vivo»
También le dedica un capítulo entero a un joven sacerdote agustino que, tras sentirse indigno en su primera oración de consagración a la cena del Señor -Eucaristía por entonces para él-, sucumbió a ella y se quedó, literalmente, paralizado y mudo. Más tarde este monje, llamado Martín Lutero, explicaría qué le ocurrió en aquella misa.
Episodios como los hijos del sacerdote Aarón; Nadab y Abiú (Lev. 10), Uza (1 Cr. 13) o Ananias y Safira en Hechos 5, nos llevará a algo difícil de entender, aún por teólogos, como es el inmediato y justo juicio de Dios. Y Sproul lo explica de una manera prfunda, magristral y muy fácil de entender. Voy a intentarlo yo: En medio de un patrón cíclico y repetitivo de clemencia, benevolencia y misericordia de Dios para con el pecador, a veces ÉL nos muesta y demuestra que es Justo, que Su Juicio es inminente y que es mortal. ¿Cuál es el problema? Que nos hemos acostumbrado muy rápido y muy fácil a Su Benevolencia , a Su Gracia y es por eso que, cuando, aparece un rayo de Su justo juicio nos llevamos las manos a la cabeza, apretamos los puños y nos atrevemos a, siquiera, insinuar que es injusto. Creemos que nos merecemos Su Misericordia de por sí. Lo damos por sentada. Sinceramente el verdadero misterio, la verdadera cuestión es por qué Dios, generación tras generación, tolera a criaturas rebeldes que cometen traición sósmica contra ÉL. NO debería sorprendernos Su Juicio, sino más bien Su constante Misericordia. NO hay nada de injusto en Dios.
Sproul distingue muy bien entre Justicia y Misericordia. En su teología sistemática, Todos somos teólogos, lo define así:
«Dios miró al género humano, raza de seres humanos depravados y caídos viviendo en rebelión contra ÉL. Decretó que daría misericordia a algunos y justicia a otros. Esaú recibió justicia; Jacob recibió gracia; nunguno de los 2 recibió recibió injustia. Dios nunca castiga a gente inocente, pero sí redime a gente culpable. Dios no redime a todos, y no está obligado a redimir a nadie. Lo maravilloso es que Dios redima a algunos»
Los capítulos finales trata sobre algunos episodios bíblicos de «peleas» con el Dios Santo, donde en esa derrota, el personaje, salio victorioso y en paz. Jacob, Job, Habacuc o Saulo de Tarso son los protagonistas esas gloriosas y transformadoras escenas.
CONCLUSIÓN
A pesar de haber puesto el listón muy alto antes de abrir la primera página, no solo no me ha decpecionado, sino que pasa, por méritos propios, a mi lista top de Imprescindibles y de obligada lectura. En definitiva, entender Su santidad- o un atisbo de ella- es imprescindible para entender Su naturaleza, Sus Obras y para entendernos a nosotros mismos. La Santidad de Dios lo define todo en ÉL, y por ende, en nosotros.
Una magistral obra literaria con un equilibrio entre rigor teológico y aplicabilidad personal. Es un libro que informa y que tansforma. Sproul hace de algo incomprensible, como es la Santidad de Dios, un tema de fácil y amena lectura.
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