Habiendo ya considerado a nuestro Señor y Salvador Jesús como SACERDOTE, y habiendo dicho que la función sacerdotal era propiciar a Dios mediante ofrendas y sacrificios, e interceder ante Dios en favor del pueblo, es que podemos adentrarnos en un evento que tuvo como escenario el Aposento Alto durante la larga noche de la última cena pascual.
Gracias al Evangelio de Juan, que nos narra durante 5 preciosos y profundos capítulos (Juan 13-17) es que podemos extraer la enseñanza, y gozarnos por lo que ocurrió aquella noche tras la cena, donde se le dio un nuevo y mayor significado a la pascua, y donde, sobre todo, se instituyó un Nuevo y Mejor Pacto.
Tras esta solemne celebración cargada de liturgia y simbolismo, llena de historia redentora de Dios, tanto del pasado como del futuro más inmediato, Jesús comienza a hablarles y a tener una conversación profunda e íntima con los Suyos para fortalecerlos, animarlos, consolarlos …
Ahí les da un Nuevo Mandamiento («amarse los unos a los otros»), les dice que EL es el Único Camino al Padre, que en ÉL han estado viendo a Dios, les habla de la promesa del Espíritu Santo para que esté con, y en ellos (asimismo para con nosotros), que sin ÉL absolutamente nada podemos hacer.
Comienza a hablarles de Su inmediata partida con el Padre, y aún tras darles palabras llenas de esperanza y fe, ellos NO las entienden, y se entristecen en gran manera, se desconsuelan.
Juan 14:4-6 «Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, NO sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: YO soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.»
Seguidamente les da una promesa, la venida del Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, el Consolador (Parakletos) y abogado defensor, el ayudador, siendo uno e igual que el Padre y que el Hijo; esto es, el Espíritu de verdad, quien les enseñará todas las cosas, guiándolos y recordándolos la verdad
Juan 14:16-18 «Y YO rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque NO le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. NO os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.»
Juan 14:26 «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.»
Juan 15:26-27 «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, ÉL dará testimonio acerca de MÍ. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.»
Juan 16:7-15 «Pero YO os digo la verdad: Os conviene que YO me vaya; porque si NO me fuera, el Consolador NO vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando ÉL venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto NO creen en MÍ; de justicia, por cuanto voy al Padre, y NO me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora NO las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, ÉL os guiará a toda la verdad; porque NO hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. EL me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.»
Asimismo Jesús les habla de esa íntima unidad, de esa unión orgánica y vital donde por la fe somos uno en ÉL, siendo él la vid verdadera, la cabeza del cuerpo, el esposo de su desposada y amada Iglesia, el fundamento, el edificio y la piedra angular.
Los llama amigos, un término mucho más cercano que siervo, pero un amigo se prueba en la obediencia a ÉL, a nuestro mejor amigo, quien lo ha demostrado por ser obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Juan 15:13-15 «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya NO os llamaré siervos, porque el siervo NO sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.»
Igualmente les advierte del rechazo, la persecución, el odio y la oposición por parte del mundo debido a la lealtad hacia ÉL.
Juan 15:18-21 «Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque NO sois del mundo, antes YO os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo NO es mayor que su señor. Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado Mi Palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de Mi Nombre, porque NO conocen al que me ha enviado.»
Juan 16:1-4 «Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo. Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a Mí. Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.»
Finalmente, les dice que su incomprensión y tristeza de ahora, es temporal y pasajera, y se convertirá en un indescriptible gozo, el cual fue cumplido cuando vieron, y entendieron, la Ascensión de Cristo. Jesús concluye su larga conversación con ellos con palabras de esperanza y de realismo, prometiéndoles Su Paz, que sobrepasa todo entendimiento terrenal.
Juan 16:22 «También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.»
De repente, de inmediato, y sabiendo que su partido de este mundo es más que inminente, Jesús cambia la mirada, ahora la dirige al cielo, cambia de interlocutor, ya NO se dirige a los 11, ahora se dirige AL PADRE, pero sin olvidar a los Suyos, en esta gran oración de nuestro Sumo Sacerdote.
La Biblia esta llena de grandes y poderosas oraciones, ya sea en el Antiguo como en el Nuevo Testamento:
- Abraham oró por su hijo Ismael (Génesis 17:18)
- Isaac oró para que el Señor hiciera fecunda a Rebeca (Génesis 25:21)
- Moisés oró varias veces para que Dios perdonara a Su endurecido pueblo (Éxodo 32:11-14, 31-3), al igual que hizo Samuel (1ª Samuel 7:5-8) o David en 2ª Samuel 24:17
- Josué oró después de la derrota de Israel en Hai (Josué 7:7-9)
- Elías, cuando se enfrentó a los falsos profetas en el monte Carmelo (1ª Reyes 8:36-37)
- O aún Jonás en el pez (Jonás 2), o los profetas…
Pero si hay un ejemplo único y sublime, ese no es otro que la Oración de nuestro Señor, quien fue un gran hombre de oración. En el capítulo 17, hallamos la oración más larga (e importante) de nuestro Señor Jesús; donde nos permite, de alguna manera, ver su corazón, su íntima comunión con El Padre y su preocupación por la Iglesia. Me atrevo a decir que estamos ante la conversación más profunda, más majestuosa y santa de todas las registradas en la Biblia. Es el Lugar Santísimo de las Escrituras, más aún cuando en ÉL se halla el Sumo Sacerdote, quien intercede por nosotros. Es el pasaje más solemne, profundo y elevado de todo el Evangelio de Juan, donde hasta 6 veces va a nombrar al Padre.
ES LA ÚLTIMA ORACIÓN DE JESÚS, A POCAS HORAS DE SU PRÓXIMO DESTINO, LA CRUZ
Similar al de despedida de Moisés en Deuteronomio 32-33, y aunque suene a despedida, incluso a derrota para los suyos, hay que recordar, que en Juan 16:33, ÉL les acaba de decir que ha vencido al mundo.
ES LA ORACIÓN DEL ETERNO Y UNIGÉNITO HIJO DE DIOS, POR LOS HIJOS DE DIOS AL PADRE.
Si el bloque de los capítulos 13-16 marcan la·»Despedida de Jesús», este capítulo puede decirse que es el «Mensaje final», el «hasta pronto».
I.- JESÚS ORA POR ÉL MISMO (Juan 17:1-5)
Juan 17:1-4 «Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. YO te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que Me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.»
Ha llegado la hora de separarse por primera y única vez, de resquebrajar esa íntima y perfecta comunión de Dios Hijo y Dios Padre, ha llegado la hora de aquella promesa lanzada en Génesis 3:15, en definitiva, la hora de la Cruz. Ese Pacto de Redención llevado a cabo por parte del Dios Trino antes que el mundo fuese constituido, ha llegado a su clímax, que no es otro que el Gólgota.
«Padre, tengo que separarme de ti, eres demasiado santo, y YO en pocas horas seré hecho maldito, pecado; pero cuando acabe Mi Obra para redimir a Tu Pueblo, sólo deseo volver a estar cara a cara contigo, en esa Gloria que desde antes del mundo tuvimos»
Dios Hijo ha glorificado al Padre mediante toda Su Vida de obediencia, y ahora El Padre le va a glorificar con una gloria aún superior a la que compartió con ÉL, pues ahora será el Dios-Hombre mediador entre ambos. Jesús NO está haciendo otra cosa que pedir al Padre el cumplimiento total de ese Pacto de Redención, de ese plan maravilloso de redención divino, es decir, es una oración por que la
voluntad del Padre se haga en ÉL, se haga en la cruz, y en el sepulcro.
Jesús ha glorificado a Dios en Su Vida, y lo va a seguir haciendo en Su Muerte, por eso pide al Padre que le glorifiqué en Su regreso.
EN LA CRUZ DIOS SE GLORIFICÓ SOBREABUNDANTEMENTE, PUES SU SANTIDAD AL JUZGAR, SU JUSTICIA AL CONDENAR, Y SU AMOR AL PERDONAR SE EVIDENCIAN DE UNA FORMA SIN IGUAL
Después de la Obra de la Cruz, Jesús estaba listo para regresar a la Excelsa y Majestuosa Gloria completa que le esperaba a la diestra del Padre, una gloria que le pertenecía por derecho propio, tanto por su título divino (por ser el segundo miembro de la Trinidad) como por
su sumisión perfecta (pues se había sometido al Padre a la perfección)
La Cruz era un lugar de vergüenza, escarnio y humillación, pero para Jesús fue un lugar de honor.
II.- JESÚS ORA POR SUS DISCÍPULOS (Juan 17:6-19)
Juan 17:6-19 «He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que TÚ Me enviaste. YO ruego por ellos; NO ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque Tuyos son, y todo lo Mío es Tuyo, y lo tuyo Mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya NO estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y YO voy a Ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en Tu Nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, YO los guardaba en tu nombre; a los que me diste, YO los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a Ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. YO les he dado Tu Palabra; y el mundo los aborreció, porque NO son del mundo, como tampoco YO soy del mundo. NO ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. NO son del mundo, como tampoco YO soy del mundo. Santifícalos en Tu Verdad; tu Palabra es verdad. Como Tú me enviaste al mundo, así YO los he enviado al mundo. Y por ellos YO me santifico a Mí Mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.»
Jesús dedica la mayor parte de esta oración a aquellos con los que había estado los últimos 3 años, encomendándolos tiernamente al cuidado del Padre. ÉL NO está orando por el mundo, sino por el remanente Suyo.
ÉL es el Pastor que va a dar Su Vida por sus ovejas (Juan 10:17), y por eso ahora ora exclusivamente por su rebaño, ql que ha cuidado, amado, guiado, y que ahora encomienda al Padre.
Ahora pide por Sus temerosos Discípulos, aún conociendo que serán guardados por ÉL, que vencerán en Él, pero que sufrirán en este mundo hostil, sobre todo en el tiempo de Su arresto y crucifixión. Y aunque todos (excepto Juan) fueron martirizados, Dios fue fiel a esta petición del Hijo, y fueron preservados de peligros, cuidados; y sobre todo, Dios fue glorificado en sus vidas.
En estos versículos, concretamente en el versículo 6, hallamos la estrecha, delgada y tensa línea soteriológica entre el llamamiento soberano divino («Tuyos eran y me los diste»), y la responsabilidad humana de la obediencia («y han guardado Tu Palabra»)
Jesús pide al Padre que los cuide externamente de los peligros de esta mundo que le ha rechazado a ÉL, pero también que los cuide internamente, santificándolos por el Espíritu Santo, para que se aparten del pecado
«Padre, me voy, YO los guardé, ahora te pido por ellos, por estos Discípulos que me has dado, que nos han glorificado, guárdalos, santifícalos, sepáralos de este mundo, conságralos a Tu Obra, la cual YO les envié»
NO hay nada más esperanzador que saber que somos un regalo de Dios Padre a Dios Hijo, y por tanto seremos guardados y preservados, seremos progresiva y gradualmente santificados, hasta ser glorificados.
III.- JESÚS ORA POR SU IGLESIA (Juan 17:20-26)
Juan 17:20-26 «Mas NO ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y YO en Ti, que también ellos sean uno en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste. La Gloria que me diste, YO les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno. YO en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí Me has amado. Padre, aquellos que Me has dado, quiero que donde YO estoy, también ellos estén conmigo, para que vean Mi Gloria que Me has dado; porque Me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo NO te ha conocido, pero YO te he conocido, y éstos han conocido que Tú me enviaste. Y les he dado a conocer Tu Nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y YO en ellos.»
Si Cristo oró por nosotros (y aún lo hace a la Diestra de Dios), ¿Cuánto más nosotros tenemos que orar e interceder por todos y cada uno de la Iglesia?
Jesús miró adelante, a través de los siglos y milenios, y oró por todos los creyentes que llegarían en el futuro, por todos y cada uno de ellos. Los conocía a todos sin excepción, pues sus nombres “estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado
desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8)
ÉL pasa a orar por todos los seguidores futuros, por quienes aún NO lo conocían a ÉL, pero que sí eran conocidos por ÉL.
¿NO es maravilloso que Cristo oró por mi y por ti con unos 2000 años de antelación?
JESÚS FUE A LA CRUZ TRAS ORAR POR NOSOTROS, LUEGO RESUCITÓ, ASCENDIÓ AL TRONO, Y ALLÍ SIGUE INTERCEDIENDO POR SU PUEBLO, SU IGLESIA.
ÉL oró por una unidad interna, una unidad espiritual en propósito y función, en amor y fe, y NO una unidad externa y de organización. EN ÉL somo uno con ÉL (1ª Corintios 6:17), pero también somos uno entre todos nosotros (Gálatas 3:28). Y esa unidad invisible, debe ser visible, debe dar evidencia al mundo incrédulo, para que crean que Jesús es el único camino a la salvación, el único mediador.
Las palabras finales de Él en esta oración sacerdotal son simplemente magistrales, pues nos dice que todos nosotros, todos los creyentes, un día estaremos reunidos con Él en la Gloria eterna celestial.
Ellos, los discípulos fueron testigos presenciales de Su Gloria, de la Gloria del Dios Encarnado, incluso 3 de ellos lo vieron transfigurarse, pero ÉL ora para que un día todos juntos en uninimidad podamos ver, contemplar y deleitarnos en la Verdadera Gloria de Dios.
NO HAY MAYOR PRIVILEGIO NI ESPERANZA PARA NOSOTROS QUE ESA, QUE NUESTRO GALARDÓN Y DESTINO CELESTIAL
Jesús ora por la escena final, que tendrá lugar al final de los tiempos, en la Glorificación, donde la multitud incontable, los que están en esta oración de sacerdotal, adoran a Dios, y contemplan Su Gloria
Apocalipsis 5:11-14 «Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos
Ahora, tras esa gran e intercesora oración, se dirigen a otro importante escenario, a un pequeño huerto, a unos 20-25 minutos andando de aquel Aposento. El nombre de aquel huerto nos dice mucho de lo que va a pasar allí: «Prensa de Aceite», o lo que es lo mismo, GETSEMANÍ. Allí Jesús sería fuertemente aprisionado y apresado, al igual que se presiona las aceitunas para extraer el aceite, hasta el punto se sufrir y padecer algo muy raro e inusual, descrito en prisioneros de guerra cuando son capturados, hematidrosis, o lo que es lo mismo, sudar sangre a causa de que los vasos sanguíneos se dilatan y contraen hasta llegar a romperse, por la terrible y agónica tensión del momento.