HOMBRE NATURAL
De forma análoga a la exposición con la que vamos a tratar este tema, asimismo podemos ver cómo ha ido obrando Dios para ello.
Era Su libre, amoroso y puro designio el crearnos conforme a Su Imagen y semejanza, esto es, portadora de Su Imagen en cuanto inteligencia, consciencia, capacidad de pensamiento y raciocinio, moralidad, con dominio y autoridad sobre los demás,… para poder relejar la Gloria de Dios.
Fuimos originalmente creados en un estado de inocencia y santidad, pero aún por demostrar y probar, y en ese libre albedrío, el hombre pecó y cayó. Hubieron nefastas y trágicas consecuencias, que no solo hoy perduran, sino que se agravan por cada generación, siglo y milenio que pasa.
La imagen de Dios en el hombre ha quedado dañada, distorsionada y fuertemente manchada, ha habido una muerte espiritual (separación con Dios, la fuente de vida espiritual) que provoca que no deseamos las cosas de Dios (1ª Corintios 2-:14) y que sea incapaz de entenderlas ni de verlas (2ª Corintios 4:4). Todo nuestro ser quedó gravemente afectado y dañado por el efecto del pecado: nuestro intelecto, nuestras emociones, deseos y metas, nuestro corazón, incluso aún nuestro cuerpo físico, originando en el hombre un terrible e incesante conflicto interior (la carne contra el espíritu, nuestra naturaleza caída contra nuestra naturaleza regenerada), el mismo que hace eco Pablo en Romanos 7:15-25.
Pero, y me remito precisamente a esta misma palabra que aparece en Efesios 2:4 («Pero Dios…), ÉL (ya tenía la salvación y el medio desde antes de la fundación del mundo), obró para revertir tal situación.
Tras la expiatoria y vicaria Obra de Cristo, y cuando ÉL asciende, nos manda al Espíritu Santo para convencernos de pecado, justicia y de juicio, para provocar el arrepentimiento y la fe que produzcan simultáneamente la regeneración o el nuevo nacimiento, para que ese hombre natural, para que ese caído hombre natural, ahora sea espiritual, y se inicie en él un largo, continuo y progresivo desarrollo de santificación, para ir haciéndolo más a la imagen de Cristo, para ir renovando su mente y su entendimiento; una fase que no cesará hasta que se llegue a esa ansiada glorificación final.
En definitiva, aunque hemos visto al hombre natural, hemos distinguido varias fases: original e inocente (antes de caída), caído o natural (tras la caída) y espiritual (sólo en caso de que haya sido regenerado y el Espíritu Santo more y habite en él), lo cierto es que el hombre natural (que NO tiene al Espíritu Santo) podrá caracterizarse de la siguiente manera:
- Muerto espiritualmente (Efesios 2:1-3), pues al NO tener ni estar arraigado a Cristo, carece de vida espiritual.
- NO ve, NO percibe, NO entiende ni discierne las cosas espirituales (1ª Corintios 2:14), precisamente por hallarse muertos espiritualmente y sin el Espíritu Santo. Para él, son locura y necedad (1ª Corintios 1:21-23)
- Tiene el entendimiento entenebrecido (NO hay luz ni verdad, sino sólo oscuridad Efesios 4:17-18), y por eso se preocupa por las cosas perecederas y terrenales (Mateo 6: 25–33) de este mundo (nuestros cuerpos, posesiones, estatus, fama, riqueza, etc.)
- Es por naturaleza hijo de desobediencia o Ira (no está reconciliado con Dios), y es antropocéntrico, esto es, él mismo es su dios y señor de su vida y busca su propia gloria personal. Totalmente corrompido, como dice Tito 1:15, pues aún lo mejor que podamos hacer, son obras de inmundicia.
- Tiene el corazón de malo, engañoso y de piedra (Ezequiel 11:19 y 36:26), la mente depravada (Romanos 8:7-8), cegada y oscurecida, y como consecuencia, la voluntad a merced de sí mismo en esa condición pecaminosa y en esclavitud al pecado que lo domina totalmente. NO puede ir a Dios por sí solo, es más, no quiere a Dios, lo rechaza. Es cautivo del pecado en su mente, emociones y, por supuesto, en su voluntad.
- En cuanto a su incapacidad, debemos decir con total rotundidad que al encontrarse muerto espiritualmente es incapaz de agradar a Dios. Está totalmente depravado e incapacitado para dar un paso a Dios si antes Dios no obra. Y si decimos que es «libre», realmente decimos que en esa libertad, escogerá el mal. Y si por alguna causa escoge el bien, su deseo natural NO será la gloria de Dios.
- ¿Cuáles son sus obras? Además de la incredulidad manifiesta, Gálatas 5 nos da un ejemplo de su patrón continuo de vida: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas.
- En cuanto a la servidumbre, tal como hemos dicho, es esclavo de 3 dueños y ninguno es su Creador: Satanás (Juan 8:44-46), el mundo con sus corrientes y filosofías y él mismo, su naturaleza adámica caída, esto es, el poder del pecado en sus miembros.
- Sus metas y sus deseos NO es glorificar a Dios, sino su propio deleite y placer desde un punto de vista egocéntrico y terrenal, y su destino es bastante claro, Juan 3:36 dice que la Ira de Dios y está sobre él, y en la consumación de los tiempos, le depara el juicio de Dios, y una eternidad en el infierno. Por todo ello, está sin esperanza alguna salvo que se arrepienta y confiese a Cristo, pues se encuentra ajeno a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12)
HOMBRE REDIMIDO
Aunque hay que diferenciar, teológicamente hablando, el hombre redimido (o liberado), del hombre glorificado, hay que decir primeramente debes ser o estar redimido, para poder luego estar glorificado.
También es preciso destacar que el hombre redimido NO se encuentra en la misma posición que Adán antes de la caída, ya que no está en neutralidad, sino que se halla con las debilidades y consecuencias del pecado que NO tuvo Adán, quien gozaba de inocencia y plena libertad.
Dicho lo anterior, debemos destacar que el hombre redimido, antes hombre caído y natural, ha puesto su fe en Cristo, se ha arrepentido, el Espíritu Santo ha obrado en él produciendo ese nacimiento de lo alto, pero aún hay similitudes con respecto al hombre caído y natural, ya que aún sufrimos y padecemos debilidades humanas y compartimos una naturaleza pecaminosa, de ahí la tremenda e incesante lucha del propio Apóstol Pablo en Romanos 7. Aún arrastramos y luchamos contra el pecado, la enfermedad, el dolor y la muerte.
Pablo usa, para clarificar este concepto, los contrastes entre hombre carnal y hombre espiritual, hombre viejo y hombre nuevo, hombre exterior e interior o «En Adán» o «En Cristo»
El hombre redimido, a la medida que se somete a la voluntad de Dios, irá progresivamente creciendo, madurando y, cuando Cristo regrese, será glorificado.
- Al momento de esa fe salvífica, pasa de muerte a vida espiritual, de separación a unión y paz con Dios, de ira a amado en el Amado, en definitiva ha pasado del reino de las tinieblas y de la oscuridad, al Reino del Hijo y a la luz admirable. Los pecados han sido perdonados (su pena cancelada), borrados y eliminados, y con el poder del Espíritu Santo y la armadura espiritual, nos provee para liberarnos del poder esclavizador del mismo
- En ese preciso momento de creer y poner su fe en el Salvador, es adoptado en la familia de Dios (Juan 1:11-13), pasando ahora a ser hijo de Dios por su unión orgánica y vital con el Hijo Amado.
- Se nos imputa y traslada la obediencia y justicia de Cristo, con la que ahora Dios nos ve.
- Como hijo, tiene promesas y herencia. Ahora ya NO es un ciudadano terrenal, sino más bien, uno celestial. Somos herederos de la salvación (Hebreos 1:14) y del Reino (Santiago 2:5), y tenemos la bienaventurada esperanza de Su gloriosa venida. Tenemos un nuevo nombre (escrito en el Libro de la Vida), un nuevo estatus como hijo adopta, una nueva familia (Pueblo de Dios), un nuevo Padre (Dios)
- Ese «Nuevo nacimiento» produce un corazón de humano carne con el deseo de buscar, seguir y servir a Dios.
- Tenemos, como ya hemos dicho, al Espíritu Santo en nosotros (1ª Corintios 6:19), y a Cristo nuestro abogado y mediador por nosotros (1ª Juan 2:1-2 y Hebreos 15-16)
- Ahora, viviendo por el Espíritu podemos no caer en el poder esclavizador del pecado y la carne, para NO satisfacer los deseos carnales, y nuestro estilo y patrón de vida es el fruto del Espíritu, que es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza,… aunque debemos incidir en esa lucha y conflicto interno que es precisamente buena señal, ya que ahora tenemos a Espíritu para guiarnos en nuestro caminar.
- Ya NO somos esclavos del pecado ni de Satanás, ahora (mediante u alto y costoso precio) hemos sido liberados para nosotros hacernos, voluntariamente, esclavos-siervos («doulos»). Nuestro amo es Dios, hemos cambiado de servidumbre, de reino y de Rey.
- A medida que nuestra mente y nuestro entendimiento van siendo renovados y transformados por la palabra de Dios, para que conozcamos la buena voluntad de Dios, incrementa nuestro interés y deseo en someternos a él, de modo que lo que antes amábamos y nos gozábamos (deleites de la carne y los placeres de esta vida), ahora detestamos y NO nos produce satisfacción ni gozo. Nuestro mayor deleite y gozo ahora es obedecer a Dios y, sobre todo, que ÉL sea glorificado. Aquella dañada y distorsionada imagen de Dios en nosotros (que no se perdió por completo as la caída), va produciéndose de forma gradual en nosotros (2ª Corintios 3:18, Colosenses 3:10)
- Como ya hemos dicho anteriormente, ahora tenemos grandiosas y eternas promesas de futuro que hacen que los sufrimientos pasajeros sean livianos en su comparación, pues Cristo vendrá para que, una eternidad, estenos con ÉL. Aunque vayamos a pasar por el trance de la muerte, la realidad es que paradojamente, para el hombre redimido, la muerte, es la puerta a la vid eterna, a la salvación, a la eternidad con ÉL.
La última fase será ese HOMBRE GLORIFICADO (Romanos 8:29-30, Tito 2:11-13, 1ª Corintios 15:52-53). Aunque físicamente nuestro cuerpo tendrá cierta continuidad e identidad, el cuerpo resucitado y glorificado será diferente e independiente al sepultado, siendo una renovación y transformación del mismo. Este nuevo cuerpo que será impecable (al contrario que Adán) que recibiremos nunca se deteriorará ni será débil, ni envejecerá, ni enfermará, ni morirá (ver Apocalipsis 21:4), ni padecerá más vergüenza a causa del pecado, ni será débil en el momento de la tentación, ni estará sujeto a los límites físicos de espacio y del tiempo, un cuerpo real y espiritual y NO natural, preparado para una herencia incorruptible (1ª Pedro 1:4)