A veces, con suma facilidad, no se distingue bien entre la doctrina de la justificación respecto de la doctrina de la santificación, llevando a confusiones, error, malas interpretaciones… Ya que, como cristianos hemos experimentado una y estamos experimentando la otra, debemos (y obligado estamos a ello) conocerlas bien, pues forman parta del vasto mensaje del Evangelio. Este tema ya fue un punto de inflexión hace algunos siglos en la historia de la Iglesia, pues para el católico romano, la justificación es progresiva donde, en el bautismo, se recibe una inicial infusión activa de gracia que debe crecer y desarrollarse, aunque también perderse con pecados mortales. De ahí la «necesidad» de hacer penitencia y del purgatorio. Tal punto sostuvo un monje agustiniano llamado Martín Lutero, hasta que como hizo Job en 9:2, halló la respuesta procedente de Dios en el libro de Romanos, concretamente en 1:17.
Romanos 1:17 «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.»
Toda su doctrina, creencia y su cosmovisión cayeron al suelo como un castillo de naipes. Fueron golpeadas con la contundente verdad de Dios, y fue el motor de un verdadero y valiente cambio, no solo en él, sino en la historia de la iglesia y del mundo. Su alma fue liberada y aliviada de las pesadas cargas, y desde entonces comenzó a predicar en esa dirección, la dirección bíblica. Para Lutero, la justificación es un acto judicial de Dios donde se nos declara justos, sobre la base de la obra y los méritos de Cristo. Y como Sus obras y méritos fueron perfectos y completos, nosotros descansamos sobre ello por fe. ¿Qué vamos a añadir a esto que pueda tener en cuenta El padre? Absolutamente nada.
Fíjate que no dice que se nos hace justos, que somos hechos justos, sino que se nos declara, legal, forense y judicialmente justos. Es una declaración acerca de nuestra posición, nuestro lugar o estatus, no uin cambio en el ser o la persona. No solo nos persona, quitando nuestros pecados como si una resta fuere, donde nos deja en un estado de neutralidad (similar al de Adán antes de caer), sino que va muchísimo más allá, ya que pone, imputa, carga y atribuye a nuestra cuenta los méritos de Cristo logrados a través de su obediente y perfecta vida.
ÉL JUSTIFICA A IMPÍOS SOBRE LOS MÉRITOS PERFECTOS DEL SANTO
Una vez declarados justos (justificado), habiendo nacido de nuevo, con una nueva naturaleza, unidos y arraigados a Cristo, adoptados en la familia de Dios, es ahora cuando ÉL va a tratar continua, directa, progresiva y gradualmente con nuestro problema con el pecado, con la contaminación del mismo para, ahora sí, hacernos cada vez más a la imagen de Su Hijo. No se nos ha hecho perfectos, y aquí comienza el proceso interior que nos llevará toda la vida. Ahora Dios, quien ya nos considera santos y justos por la obra de Cristo, comienza en nosotros la obra, para realmente, hacernos santos. La santificación es en realidad la forma que tiene Dios de tratar el problema del pecado tras nuestra regeneración y justificación. Aquí se libra la larga y costosa batalla entre la carne y el Espíritu en nosotros, entre el mundo y Dios, y para ello contamos con la armadura y las armas espirituales.
Caer en el error de confundir ambas doctrinas es, basicamente, el problema de la Iglesia Católica de Roma, y la doctrina que Lutero defendió hasta ser iluminado tras leer con humildad Romanos. Es preciso distinguirlas, pero no separarlas, y menos aún, confundirlas.
SIMILITUDES
- Ambas se tratan de obras que Dios, por Gracia, realiza en nosotros, en el llamado “ordo salutis”(orden de la salvacion), con lo cual viendo desde una visión retrospectiva, el creyente glorificado en el cielo fue justificado y santificado.
- Algo importante ambas, van arraigadas como en una cadena se eslabones o “causa-efecto”, donde incluso la justificación es, de alguna manera, un proceso de santificación posicional.
- En ambas se produce cambio; en la justificación un cambio de posición y en la santificación un cambio del corazón.
DIFERENCIAS
- Siendo obra de Dios, en la justificación (Dios nos declara justos por la imputación de la perfecta justicia de Cristo) somos pasivos, y en la Santificación cooperamos en una actitud activa con Dios, aunque ÉL es quien santifica. En la justificación Dios Padre es quien justifica, en la santificación es Dios Espíritu Santo.
- Mientras la Justificación ocurre fuera y externamente de nosotros, el proceso de santificación es una obra interna.
- La Justificación sucede una vez, de manera perfecta y completa, al inicio de la vida cristiana, y no se repite. Dios nos declara justos una vez; mientras que la santificación es un proceso gradual y progresivo que va a durar toda la vida cristiana, como bien se ilustra en El Progreso del Peregrino de Bunyan. Hasta la glorificación final estamos en un continuo proceso de moldeamiento y conformacion a la imagen de Cristo, madurando y progresando en una vida de obediencia que le agrada.
- La justificación afecta a nuestra posición delante de Dios, mientras que la santificación afecta de forma interna al intelecto, voluntad y afectos.
- Mientras que todos somos justificados de la misma manera (o se es justificado, o no se está), el proceso de santificación sí que admite diferentes grados de madurez, crecimiento, consagración y santidad.
- Teniendo ambas que ver con el pecado, la justificación nos libra de la culpa y de la condenación, mientras que la santificación nos libera del dominio esclavizador y contaminación del mismo.
- Si bien como hemos dicho ambas son obras de Dios, en la justificación depende de los méritos y obras de Cristo (se nos imputa por fe) pero la santificación depende del Espíritu de Cristo (E.S.)