Con él nos referimos al vigente pacto lleno de gracia y misericordia, por parte de Dios hacia unos miserables e irremediables pecadores, en el que Alguien ha cumplido y obedecido a la absoluta perfección, el pacto de obras. Se trata de la máxima expresión del favor inmerecido y de la gracia de Dios para con el creyente, en el cual Dios promete la vida eterna bajo la condición de la fe personal en Aquel cumplidor del Pacto de Obras. Se trata de un pacto con una invitación general, pero que será aplicable a los que ejerzan la condición del pacto, esto es, la fe. Ellos son los elegidos por Dios para salvación y los, realmente, beneficiarios del pacto.
Ese Alguien no es otro que el Señor Jesús, quien es el mejor y Perfecto Adán, el 2º Representante y Cabeza federal de la humanidad, quien vino a este caído mundo para someterse al pacto de obras y así obedecerlo y cumplirlo por nosotros. Los méritos de la perfecta obra de Cristo es, en virtud del pacto de gracia, imputado a todos los que ponen su fe y descansan en ÉL, quien se colocó entre Dios y los hombres, entre Creador y criatura para, tomando ambas manos, volverlas a unir. Lo que fue quebrantado por el pecado y la caída sería enteramente restaurado en Cristo.
NO solo cumple en un sentido positivo el pacto de obras, obedeciendo al Padre donde falló y desobedeció Adán; sino además, en un sentido negativo, al pagar y sufrir las maldiciones, precisamente, del pacto de obras fallado desde Adán. Nos representa ganando la justicia y la vida perfecta que se nos imputa a nosotros por fe, nos sustituyó cargando y atribuyendo sobre Sí las consecuencias y pagando la deuda, la cual le fue enteramente imputada a ÉL. Es por ello que un Dios santo y justo puede prometer el perdón de nuestros pecados, porque estos fueron colocados, juzgados y condenados en Cristo. Pero no solamente se trata del perdón, a efectos de volver a un estado neutral, sino que va muchísimo más allá, al sernos imputado y colocado a nuestra cuenta, la vida recta y obediente de Jesús. Es un estado de plena y absoluta justicia, la cual posibilita que podamos estar ante ÉL, ante Su Presencia. ÉL fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, y esa es la base de todo. Podemos decir que, efectivamente, somos salvos por obras, pero antes de que te escandalices por lo que acabas de leer, déjame decirte que se trata de las obras de Jesús y no las nuestras.
Este pacto, que aparece de forma explícita en el protoevangelio de Génesis 3:15, está actualmente en vigencia. Ya sea Adán, David o cualquiera en el día de hoy, todo salvo en la historia de la humanidad debe su salvación en base a este pacto. La base bíblica para este pacto de gracia se halla y se repite a lo largo y ancho de las páginas del Nuevo Testamento, donde vemos a un Dios ofreciendo salvación bajo la condición del don de la fe en su Hijo, el Representante obediente, bajo la continua promesa de «y seré su Dios, y ellos serán Mi Pueblo»
Tras leer Génesis 3 y comprender las cósmicas consecuencias de aquella caída, que podamos decir «Dios es mi Dios», es la mayor bendición que pudiéramos imaginar y que supera todas nuestras mas altas expectativas.
Éxodo 6:7 «y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, …»
Jeremías 31:33 «Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo»·
Ezequiel 34:23-ss «Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor.Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado.Y estableceré con ellos pacto de paz, y quitaré de la tierra las fieras; y habitarán en el desierto con seguridad, y dormirán en los bosques. Y daré bendición a ellas (…)»
Juan 3:16 «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna»
Romanos 10:9 «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo»
Hechos 8:37 «Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dio»
2ª Corintios 6:16-18 «Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré,y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
Hebreos 8:10 «Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo (…)»
¿QUÉ PODEMOS DESTACAR DE ESTE PACTO DE GRACIA?
- Este pacto de Gracia y misericordia tiene la garantía de Su propio Hijo, y aunque ÉL es el Mediador y Fiador, toda la entera Trinidad está implícita en él, como ya pudimos ver en el estudio del pacto de Redención; basado en el amor electivo del Padre quien planea la salvación, el amor redentor del Hijo quien la ejecuta, y el amor aplicable del Espíritu Santo que la hace real y viva a nosotros (Efesios 1:3-14). Se hace evidente una bonita, y necesaria, conexión entre los 3 pactos que van a marcar el desarrollo desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura en cuanto a la redención y el despliegue de la misma:
- Es un pacto eterno e inquebrantable, ya que Dios siempre es y será fiel al pacto que ha prometido y que ha provisto enteramente. ÉL, el autor y consumador, lo ha hecho todo
- Es un pacto de Gracia, ya que habiendo caído la humanidad entera en rebeldía y desobediencia mediante nuestros primeros padres Adán y Eva, es que Dios ha condescendido prometiendo redención a través de un hijo de Adán.
EL SE REBAJÓ PARA RESTAURAR LA RELACION Y SALVARNOS, Y LO HIZO MEDIANTE UNA MUERTE EN LA CRUZ
- Es un pacto particular e individual y no universal ya que no se extiende a todas las personas por igual sino en virtud de la elección soberana de Dios.
Es y ha sido igual a lo largo de todas las dispensaciones, donde Dios ha confirmado y reafirmado este pacto de gracia, aún con sus variantes y peculiaridades pinceladas, a Noé (Gén. 9) Abraham (Gén. 17), Isaac (Gén.26), Jacob (Gén. 28), Moisés (Éx. 19) David (2 Sam. 7)… Todas las personas en todas las eras se salvaban por gracia, mediante el mismo Evangelio, como dice Gálatas 1:8-9, o Romanos 3-5, hablando precisamente de Abraham. Aunque se pueda dividir en dos dispensaciones diferentes, la realidad es que hay un único pacto de gracia, ya sea en en Antiguo como en el Nuevo Testamento.
La promesa es la misma: ser nuestro Dios. La bendición es la misma. El Evangelio es el mismo. El Reino de Dios es el mismo. El acceso por Gracia mediante la fe es el mismo, y la simiente prometida, quien es el Mediador, es el mismo. Es cierto que esta dispensación del Nuevo Testamento es superior al Antiguo, y arroja más luz y revelación. También es cierto que ya no está destinada exclusivamente a un pueblo terrenal, Israel, sino a una multitud de multitudes de carácter espiritual, la Iglesia, y también es cierto que se ha derramado el Espíritu Santo quien mora y habita en nosotros, los creyentes. Pero recalcamos y enfatizamos que hay un único pacto de gracia que antiguamente señalaba y apuntaba a ÉL, y que ahora nos lo revela y nos lo muestra en su máxima plenitud. Se trata de ÉL, de Cristo. El Creador quien acordó ejecutar la Redención y someterse al Padre, quien nos lo prometió tras y a partir de la Caída, siendo nuestra simiente, el Mesías esperado, el Verbo encarnado, el Representante obediente y el Sustituto sufriente. El Mediador, Fiador y Garante de este pacto, quien lo ha sellado con su propia sangre, su propia vida.
La Confesión de fe de Westminster aclara al respecto, diciendo lo siguiente en el capítulo 7: «Bajo la Ley se ministraba mediante promesas, profecías, sacrificios, la circuncisión, el cordero pascual y otros tipos y ordenanzas entregados al pueblo judío. Todo lo cual señalaba, de antemano, al Cristo que había de venir…»
Sería un error interpretativo aislar y diseccionar los 3 pactos (redernción, obras y gracia) y no ver en ellos una perfecta armonía, ante lo cual vemos en Cristo el perfecto cumplidor de aquel pacto de obras. Dicho de otra manera; podemos ver en Cristo, que el pacto de obras se ha cumplido fiel y perfectamente. Asimismo podemos ver en este pacto de gracia que descansa y se basa sobre el eterno acuerdo y pacto de redención entre el Dios Trino, antes de que el mundo fuese hecho.
A modo de resumen, podemos decir que Dios hizo con el hombre, creado a imagen y semejanza Suya, un pacto de obras en pos de heredar la vida eterna y tener comunión con él en base a la obediencia a este pacto. El hombre cayó, quebrantó, violó y fracasó, llegando a un estado de ruina y miseria total. Pero Dios entró en acción y desde entonces solo ha establecido un único pacto para con el hombre, el Pacto de Gracia.
Podría haber puesto, a modo de fácil ilustración la de un equipo de futbol que, en el partido de ida de un torneo empata a cero, o incluso pierde, pero que en el partido de vuelta gana gracias a la estelar actuación de su mejor jugador quien no jugó el anterior partido. Tras marcar 3 goles, ha conseguido el pase y la victoria de su equipo. Pero es un vago e inservible ejemplo, pues aún el propio entrenador y los otros 10 restantes jugadores del equipo han colaborado, de una manera u otra, en esa victoria. Ellos son colaboradores y cooperadores, aunque la estrella haya sobresalido en el terreno de juego. Nosotros no hemos colaborado ni cooperamos en nada con nuestro Representante. ÉL sí que lo ha hecho todo, y por todo. A ÉL sea la gloria.