Habiendo expuesto el fascinante y misterioso estudio acerca de la Trinidad, en el que Padre, el Hijo y el Espíritu Santo siendo co-iguales en esencia, naturaleza y gloria existen en un único y sólo Eterno Dios; y habiendo, igualmente, expuesto el estudio sobre la redención, se hace muy necesario abordar un tema que está generando debate en torno el mundo teológico académico como es la Subordinación o el sometimiento del Hijo.
Es preciso hacer una importante aclaración, y más después de emplear el término «subordinación», ya que esta palabra, en nuestro uso cotidiano, denota inferioridad o desigualdad, cosa totalmente incierta en el seno de Dios. Y es por eso que debemos exponer este tema con suma cautela y cuidado para no perder el equilibrio bíblico.
Las 3 personas de la Deidad, a nivel propio y ontológico y siendo perfectamente iguales, no están en ninguna relación de subordinación, desigualdad ni en jerarquía de autoridades, pero a nivel de relación, el Hijo se somete al Padre, y procede ÉL por generación (NO siendo creado). Asimismo el Espíritu Santo procede de ambos, del Padre y del Hijo. Pero todo ellos son, y debemos insistir enfáticamente en esto, iguales en naturaleza, honor, poder y en gloria, siendo eternos, pre-existentes y activos en las obras de Dios. La Trinidad de Dios es tan eterna como su Ser mismo, y dicho sea de paso, es un misterio insondable a nosotros.
El Hijo no es en manera alguna menos divino que Dios el Padre; el Hijo de Dios es Dios, no menos que lo que el Padre es Dios, pero ÉL es engendrado, y esto no minimiza en absoluto Su divinidad de ninguna manera. El Hijo siempre se relaciona con el Padre como Hijo, y el Padre siempre es el Padre.
JESÚS ES EL HIJO DE DAVID, EL HIJO DE ADÁN Y, ANTE TODO, EL HIJO DE DIOS
El gran teólogo Francisco Lacueva decía lo siguiente: «El Padre es el principio de la Trina Deidad, el Hijo es la expresión del Padre, y el Espíritu Santo es la impresión, como si fuera un sello»
No obstante, de igual manera, resulta clarificador diferenciar entre generación humana y divina; ya que en la generación humana, un padre es hombre antes de ser padre, y comienza a ser padre, en un momento posterior en el tiempo, cuando nace su hijo, quien es descendiente de él, no así con lo que respecta a Dios. Jesús, el Hijo de Dios es, a la vez, engendrado por el Padre y coeterno y consustancial con ÉL. ÉL siempre fue el Hijo Amado y no hubo momento en que no lo fuera, aunque esta función se hizo mucho más notoria y evidente tras su encarnación y tras su resurrección.
Agustín de Hipona (350-430 dC) dijo lo siguiente en relación al Salmo 2:7 «Aunque ese «día» también pueda parecer dicho proféticamente del nacimiento de Jesucristo según la carne, y en la eternidad, no hay nada en el pasado que pueda dejar de existir, ni en el futuro como si ya no fuera, pero solo presente, ya que cualquier cosa que sea eterna, siempre es, pero en relación al hoy del Salmo 2:7 implica eternidad»
C.S. Lewis en Mero Cristianismo (1942-1945) dice lo siguiente «uno de los credos dice que Cristo es el Hijo de Dios ‘engendrado no creado’ y agrega engendrado por su Padre ‘antes de todos los siglos’ … Estamos hablando de algo que sucedió antes de que la naturaleza misma fuera creada, antes del principio del tiempo ¿Qué significa esto? En lenguaje moderno, las palabras engendrar o engendrado no se utilizan demasiado, pero todo el mundo sabe todavía lo que significan; engendrar es convertirse en el padre de algo o alguien, crear es hacer.»
NO debemos definir el vasto y misterioso concepto teológico en cuanto a la filiación de Cristo a partir de la terminología y los conceptos humanos de las relaciones padres e hijos, sino más bien, y de manera inversa, debemos ver estas como meras e imperfectas imágenes terrenales de una verdad y realidad celestial infinitamente mayor, como es la eterna y perfecta relación de las 2 personas de la Deidad, el Padre y el Hijo.
El engendramiento del Hijo es eterno, sin tiempo ni principio. Agustín usó la metáfora del fuego y su resplandor para explicar cómo el Padre engendra al Hijo pero sin ningún intervalo cronológico. Así como el fuego engendra resplandor y, sin embargo, el fuego no precede temporalmente al resplandor, como si hubiera un tiempo en que el fuego existió sin emitir resplandor, así el Padre engendra al Hijo y, sin embargo, el Padre no precede al Hijo temporalmente. El Engendrador y el Engendrado son coeternos. Son, junto al Espíritu Santo, el Dios único y Trino.
En definitiva, siendo iguales en gloria y dignidad, hay relaciones voluntarias y amorosas de sujeción y de subordinación (si es que podemos emplear esa palabra) en cuanto a papeles, funciones o roles en el Plan Redentor entre las personas de la Trina Deidad, sin ello implicar el más mínimo atisbo de inferioridad. Algo similar podemos ver en el sometimiento bíblico de una esposa, siendo igual (y no inferior) con respecto a su marido, quién debe amarla como Cristo amó a la Iglesia (Efesios 5:25). Pero como acabamos de decir, la relación humana es una limitada imagen terrenal de una realidad espiritual y celestial mucho más profunda.
¿QUÉ ES EL PACTO DE REDENCIÓN?
Es el eterno consejo de Dios en la eternidad pasada y antes de crear el mundo, en el cual se desarrolla el Plan de Redención. Es un pacto o acuerdo entre las personas de la Deidad, sobre todo, entre El Padre y El Hijo. Es precisamente en este pacto en la pasada eternidad (2ª Timoteo 1:9-10, 1ª Pedro 1:19-20, Efesios 3:9-11), donde el Hijo voluntariamente, y en el seno de la íntima y perfecta relación de Dios, que asume un papel diferente y subordinado al Padre, para ser enviado (Juan 3:16, 10:17-18, 17:4) por éste, cumpliendo el mandato del Padre, el mandato acordado por ellos.
Es el Hijo quien acepta, voluntariamente, dejar de lado temporalmente toda su gloria eterna, por el bien de nuestra salvación. En definitiva, El Padre dio y entregó al Hijo, y éste se entregó hasta lo sumo, y por ello fue recompensado. El papel o rol de Dios Espíritu Santo es aplicar dicha redención ya obtenida y ejecutada por el Hijo, e ideada y planeada por el Padre.
En Filipenses 2:5-11, se afirma que Jesús se sujetó al Padre durante Su encarnación, que dejó la gloria del cielo que compartía precisamente con su Padre desde antes del mundo, para descender a la tierra, encarnarse, hacerse siervo o esclavo y morir como tal en una cruz, y que por ello Dios Padre lo super-exaltó hasta lo sumo, y haciendo que todo el mundo sea sometido a ÉL, al Señor, Salvador y Juez Justo.
EL HIJO, QUIEN ES IGUAL AL PADRE EN TODO, REALIZA UNA FUNCIÓN «SUBORDINADA» EN CUANTO A LA REDENCIÓN, Y LO HACE VOLUNTARIAMENTE.
ÉL vino a ser el 2º Adán, el representante del hombre, obedeciendo la Ley tal y como no pudo hacer el primer Adán (ni nosotros). ÉL se sujetó en obediencia al Padre, yendo a la Cruz además como nuestro sustituto, pagando el precio del castigo de la humanidad. En todo obedeció, y en todo cumplió.
Un vez visto el pacto de redención donde Dios Hijo se somete en obediencia y subordinación al Padre en esos distintos roles para nuestra salvación, es preferible hablar de generación eterna de Cristo antes que filiación, ya que se puede caer en el error de malinterpretar el Salmo 2, Hebreos 1, o el término Hijo de Dios, el cual aún los mismos oyentes contemporáneos de Jesús bien sabían que se refería a Su Deidad y Eternidad, ya que lo acusaban de blasfemia «porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
La «Generación eterna» alude a la idea de que el Hijo es, eternamente, el único Hijo de Dios por la necesaria voluntad del Padre; no siendo creado o causado. Es una declaración de relación y naturaleza dentro de la Trinidad entre el Padre y el Hijo, antes de Su encarnación.
Decir que «engendrado del Padre» es un término que se aplica a partir de su concepción virginal es un error, ya que además las Escrituras atribuye la concepción de Cristo encarnado al Espíritu Santo, no a Dios el Padre. La engendración que se refiere Salmo 2:7, Juan 1:14 o Hebreos 1:5 no es un acontecimiento, como muchos creen, que tenga lugar en el tiempo, concretamente en la concepción humana en el vientre de María, sino que pertenece a la eternidad.
ÉL NO es un ser creado, sino el Creador mismo; NO tiene origen mismo, sino que es Eterno, como hemos estudiado en anteriores temas. ÉL es atemporal.
Cristo es «el Unigénito del Padre» (Juan 1:14; 1:18, 3:16, 18; Hebreos 11:17). Dicha palabra, «monogenes», alude a su especial y singularidad, literalmente significa «único en su clase o especie, pero siendo igual que El Padre «. Y cuando habla de «engendrado del Padre», enfatiza a la idea de que cada criatura engendra descendencia «según su especie» (Génesis 1:11-12; 21-25), con lo cual, lejos de su origen o inicio en sí, quiere remarcar que es de la misma esencia y naturaleza que el Padre, esto es, Dios, y que comparte con ÉL su esencia divina.
En definitiva, cuando leemos términos teológicos como «filiación del Hijo», «Unigénito Hijo» o «generación eterna», estos vienen a transmitir la absoluta verdad sobre la unicidad esencial que comparten los miembros de la Trinidad, en este caso, Dios Hijo.
HAY UNA RELACIÓN ETERNA EN LA DEIDAD PADRE-HIJO, MUCHO MÁS ALLÁ DE LA ENCARNACIÓN
La filiación de Cristo NO empieza o comienza con el momento de la historia dado en el pesebre de Belén con Su Encarnación, al igual que NO implica inferioridad o carencia alguna. Es más, su filiación enfatiza más aún su unicidad y su igualdad absoluta con El Padre y Su Deidad, y es por ello que no pertenece a su encarnación, y es por ello que insistimos bastante.
Salmo 2:7 «Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi Hijo eres Tú; Yo te engendré hoy.»
Aunque su plena naturaleza humana sí tuvo comienzo, ÉL es el Hijo desde la eternidad. Aquí el rey tipifica al futuro mesías, aludiendo a su filiación preexistente.
Hebreos 1:5 «Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, y ÉL me será a mí hijo?»
Siendo el eterno y divino Hijo, tras su obra redentora, estos términos adquieren una grandeza, un significado y unas implicaciones mayores. NO obstante, en los versículos que preceden, el autor de Hebreos deja bien claro que Cristo es el Creador, el heredero y el resplandor de la gloria de Dios.
Juan 5:19 «Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.»
Enfatiza unidad de propósito y voluntad del Dios Trino, y no la más mínima incapacidad, pues Cristo es Omnipotente y Todopoderoso Dios.
Isaías 48:16 «Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no hablé en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo; y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu.»
Versículo trinitario en cuanto a la Redención. Cristo, el Hijo, es el enviado del Padre
Juan 1:18 «A Dios nadie le vio jamás; el Unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.»
Como hemos desarrollado antes, el término unigénito se refiere a ser único en su especie.
1ª Corintios 11:3 «Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo»
1ª Juan 4:19 «En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de ÉL»
Cristo jamás ha sido inferior al Padre, pero en ese pacto de redención y, sobre todo, en la encarnación, ÉL se somete por propia voluntad y en humilde obediencia a la voluntad del Padre.
Otra referencias bíblicas pudieran ser las siguientes:
Juan 14:28 dice que «El Padre mayor es que Yo». Hay que entender que siendo iguales, las 3 personas de la deidad desempeñan funciones diferentes en la creación, providencia y redención; y el Hijo, como Dios-hombre, vino a cumplir y obedecer la Voluntad del Padre (y la suya misma).
En Juan 6:57 dice que vivió a causa del Padre, en 6:39 y 8:29 dice que fue enviado por El Padre, quién le dio un mandamiento a realizar (Juan 10:18, 14:31) y que no podía hacer nada independientemente, sino en total dependencia se EL (Juan 5:19).
Recibió toda autoridad del Padre (Juan 5:26-27), pero que igualmente tiene en Sí Mismo Vida como El Padre. Aún Sus palabras y obras les fueron dado todas por El Padre (Juan 14:10 y 17:4).
Su Reino fue adjudicado por El Padre (Lucas 22:29), y al final entregará dicho Reino al Padre, quedando ÉL mismo, Jesús, sujeto (1ª Corintios 15:24-ss). Aquí será el clímax y el punto culminante de la obra redentora acordada y establecida en ese Pacto de Redención, cuando Cristo conquiste a sus enemigos, su dominio sea absoluto y Dios sea todo en todos. En ese momento, Cristo podrá decir nuevamente «¡consumado es!«, ya que todo volverá a ser tal como El Padre las diseñó en un principio.
Salmo 110:1, Proverbios 8:25 son otros versículos que los «Padres de la Iglesia» utilizaron para defender la doctrina del engendramiento eterno del Hijo.
LA ENCARNACIÓN Y, SOBRE TODO, LA RESURRECCIÓN NO LO CONVIRTIERON EN EL HIJO, SINO QUE REVELARON Y MANIFESTARON QUE ÉL YA LO ERA
Aún hoy, Jesucristo tiene un cuerpo físico, real y humano, pero glorificado, tal como lo tendremos nosotros. Cristo, 2.000 años después y hasta el final, será pleno y verdadero Dios, y pleno y verdadero hombre. Su plena humanidad no fue un paréntesis de 33 años a su plena deidad para cumplir un fin terrenal e ir a la cruz, sino que fue muchísimo más allá, y aún hasta el día de hoy, Jesús es humano (y divino); pero con un glorioso cuerpo tras su resurrección. Jesús se identificó con nosotros hasta el final, hasta la eternidad.
Su Filiación, que ya hemos expuesto a lo largo de este estudio, es Eterna, pero igualmente es proclamada en Su bautismo (Mateo 3:17; Mr 1:11; Lc 3:22), probada en el desierto (Mt 4:1-11; Mr 1:12-13; Lc 4:1-13), confirmada en la transfiguración (Mt 17:5; Mr 9:7; Lc 9:35), escarnecida en la crucifixión (Mt 27:37-44; ver 26:63-64) y vindicada en Su resurrección (Hch 13:33; Rom 1:3-4).
Para finalizar, decimos que esta doctrina es importante en cuanto afirma la Deidad del Hijo, tal como dice el Credo de Nicea: “Engendrado, no creado, siendo de la misma sustancia con el Padre”. También es importante para una mejor comprensión de la doctrina de la Trinidad, ya que se ve los diferentes papeles, roles y funciones de las 3 personas de la Trinidad. Por ende, también es importante para una comprensión de la pneumatología (doctrina del Espíritu Santo).