Si con el bautismo en el Jordán se puede decir que se inicia e inaugura Su Ministerio, aquí tras este espectacular suceso, podemos decir que se acerca el final, donde entregará Su Vida en la Cruz. Ha pasado cierto tiempo desde entonces, donde Jesús ha enseñado y predicado sobre el Reino, ha sanado,… ha dicho y demostrado ser el Rey Celestial quien viene a establecer Su Reino.
En definitiva, ÉL ha mostrado claramente EL PODER Y EL REINO DE DIOS
Después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo y de anunciar Su inminente y necesaria Muerte a los Suyos, ahora los lleva a la cima de un monte, el Monte Hermón muy probablemente (y NO el Tabor como popularmente se cree), donde va a tener otra íntima cita, pero NO con todos, sino con su círculo más estrecho e íntimo, Santiago, Juan y Pedro, los mismos que también fueron testigos de la resurrección de la hija de Jairo, y sobre todo los mismos que le verán agonizar y sudar densas gotas de sangre en Getsemaní.
Ellos 3 fueron testigos del Poder resucitador de Jesús, y serán testigos de Su Pasión y Muerte; pero entre ambos eventos, van a vislumbrar su Divino Esplendor.
Ellos serían testigos de Su humillación en un jardín, en Getsemaní, pero lo van a afrontar y enfrentar siendo igualmente testigos de Su Exaltación en un monte cercano a Cesarea de Filipo, un monte de unos 2.800 metros de altitud, la montaña más alta de todos los alrededores de sea región.
Ellos afrontarán la humillación indecible de su Maestro, su Señor tras haber sido testigos presenciales de Su Excelsa Gloria, debiendo tener ahora una mayor comprensión de quién era ÉL, y qué iba a hacer ÉL.
Jesús no solo los va a consolar y alentar, sino que los va a afianzar y aferrar, les va a levantar los ánimos después de decirles pocos días antes que tiene que ir a Jerusalén a morir, pero sobre todo, este suceso de la Transfiguración les va a servir para prepararles a ellos de cara al inminente sufrimiento que padecerá; para, de algún modo, prevenirles del escándalo y la locura de la Cruz.
Este es un acontecimiento corto, pero que ellos jamás olvidarían, hasta el punto de que en sus inspirados escritos, sobre todo Juan, se evidenciaría que quedaron impresionados, conmovidos y estremecidos por aquella gloriosa visión. Para ellos, aún sin comprender del todo el significado ni lo trascendental de aquello, fue una experiencia única, irrepetible e inolvidable, ya que vieron de una forma real, y aquí en la tierra, la inherente Gloria descubierta del Hijo Eterno de Dios, de la 2ª persona de la Trina Deidad.
Juan 1:1 «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.»
Juan 1:14 «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos Su Gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.»
1ª Juan 1:1-3 «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.»
2ª Pedro 1:16-18 «Porque NO os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos Su Majestad. Pues cuando ÉL recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.»
Vamos a ver una impresionante señal de Su inherente, majestuosa, excelsa y sublime Gloria que le pertenece a ÉL por derecho propio como Dios Hijo, pero que estaba cubierta y opacada con Su Naturaleza Humana; como si este episodio fuera un brevísimo paréntesis de Exaltación en medio de este momento de humillación, muy próximo a la muerte y muerte de cruz.
Por un breve momento, se levantó el velo de Su Humanidad y se permitió que Su verdadera e innata Gloria pre-encarnada, desde la eternidad, brillara con total brillantez y luz.
Este suceso en sí mismo NO fue un Milagro, es más, lo que fue un milagro, lo maravilloso era lo opuesto, es decir, que Su Gloria quedase oculta y tapada durante 33 años en Su Perfecta Humanidad.
Tal vez este episodio de la Transfiguración del Señor Jesús, pueda recordarnos a un suceso del Antiguo Testamento, en el cual Moisés, el mediador del antiguo Pacto, baja del Sinaí con las tablas de la ley en sus manos y sucede algo…
Éxodo 34:29-35 «Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, NO sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él. Entonces Moisés los llamó; y Aarón y todos los príncipes de la congregación volvieron a él, y Moisés les habló.Después se acercaron todos los hijos de Israel, a los cuales mandó todo lo que Jehová le había dicho en el monte Sinaí. Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro. Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado. Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.»
Moisés, el mismo que vio la zarza ardiendo y que no se consumía y que fue testigo excepcional de la milagrosa y providencial liberación del pueblo en el Mar Rojo, ruega por eso mismo, por ver y contemplar la Gloria refulgente de Dios. Él vio algo de esa Gloria de Dios, vio los lomos, la espalda.
Éxodo 33:18-20 «El entonces dijo (Moisés): Te ruego que me muestres Tu Gloria. Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de Tu Rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: NO podrás ver mi rostro; porque NO me verá hombre, y vivirá.»
¿QUÉ SUCEDE AL BAJAR MOISÉS DEL SINAÍ?
Que tal era la intensidad de su resplandeciente brillar, que tenía que cubrirse el rostro, a la vez que causaba terror en el pueblo. Pero hay una notable y considerable diferencia con respecto al hecho que vamos a tratar de exponer hoy, y es que NO era su propia gloria inherente, es decir, NO era la gloria proveniente de Moisés, sino que era un reflejo pequeño de la Gloria de Dios, una proyección y un eco de la espalda, de los lomos de Dios que se podía ver a través de Moisés. Los israelitas podían ver «algo» de la Gloria de Dios en el resplandeciente rostro de su embajador, Moisés.
1.400 años después, la brillante Gloria de Dios se va a manifestar en lo alto de otro monte, y allí el propio Moisés la vería en toda Su Plenitud y exuberancia. Ahora SÍ podía verla y contemplarla. Moisés podía ocultar su brillo con un fino velo, Jesús NO solo NO podía, sino que aún Sus vestiduras resplandecían como la propia luz.
Dicho todo esto, nos metemos de lleno en este corto, pero glorioso hecho que nos lo describe los 3 evangelios sinópticos.
Mateo 17:1-8 «6 días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y Sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con ÉL. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras ÉL aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a ÉL oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y NO temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.»
El Señor Jesús se transfiguró, es decir se trasformó (metamorfosis) que significa cambiar a otra forma, como si fuera un proceso de dentro hasta afuera, un cambio de forma externa.
Habiendo hablado del episodio de Moisés, hay que decir que este es muy diferente en un aspecto que lo cambia todo, y era que aquí los 3 Discípulos NO vieron la Gloria de Dios proyectada en Jesús, sino que vieron como de ÉL emanaba, irradiaba y salía de Su interior. Jesús NO reflejaba la Gloria de Dios como Moisés, sino que Su Mismo Ser, Su Esencia, Su Naturaleza y ÉL mismo era el origen y la causa de la Gloria de Dios, la cual le era propia, le era inherente por cuanto ÉL es Dios.
Colosenses 2:9 «Porque en ÉL habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad»
Hebreos 1:3-4 «el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.
LA GLORIA DEL JESÚS DE LA TRANSFIGURACIÓN ERA INNATA EN ÉL, POR CUANTO TODO ÉL ES GLORIOSO.
En esta escena en el Monte Tabor aparecen 2 grandes personajes del Antiguo Testamento, muy queridos por el pueblo de Israel, como son Moisés, quien representa a la Ley, y Elías, quien representa aquí a los profetas; y es Pedro quien dice lo siguiente: «Señor, bueno es estarnos aquí»
«Claro que es bueno Pedro, pero aún NO es el tiempo, antes debo de ir al Gólgota, a la Cruz, antes debo de cumplir con la Obra de Redención, y sólo después, cuando ascienda y sea exaltado, entrare en Mi Gloria, una gloria que aquí os anticipo levemente»
Además, por si fuera poco, una fuerte y audible voz interrumpe a Pedro (versículo 5) para, por 2ª vez, señalar por sobre todo a Su Hijo, al Señor Jesús, al único Mediador (1ª Timoteo 2:5) quien estaba en medio de Moisés y Elías, escenificando que ÉL es el perfecto y entero cumplimiento de la Ley y de los Profetas (es decir, de todo el Antiguo Testamento), la perfecta Revelación de Dios, y Aquel quien debe padecer, ser rechazado, sufrir y morir para cumplir enteramente todo el Plan Redentor, anunciado y señalado a lo largo de todas las Escrituras.
«ESTE ES MI HIJO, ÉL TIENE ALGO QUE HACER Y QUE DECIR, A ÉL, Y SOLO A ÉL OÍD»
Hebreos 1:1-2 «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo»
La propia Biblia sólo nos habla de ÉL, El Padre le señaló e identificó desde el Cielo y el Espíritu Santo hoy nos guía a toda la verdad, nos habla las cosas de ÉL para que sea glorificado.
EN DEFINITIVA, SÓLO JESÚS. SÓLO NOS BASTA ÉL. CON ÉL LO TENEMOS ABSOLUTAMENTE TODO.
Todo lo que ha venido antes, todo lo que Dios ha dicho antes, todo lo que Dios ha logrado antes, ahora converge y desemboca su Hijo, el Señor Jesucristo, “¡A ÉL OÍD!”.
Sería el propio Jesús resucitado, quien a unos abatidos y cabizbajos caminantes que iban a Emaús les diría estas palabras de consuelo:
Lucas 24:25-27 «Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés (la Ley), y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de ÉL decían.»
¿CUÁL FUE LA REACCIÓN DE LOS 3 DISCÍPULOS ANTE TAL ESCENA?
Se postraron y tuvieron miedo, pánico, pavor, terror, temor, pues se hallaban ante Dios mismo… lo mismo que Pedro ya sintió cuando los peces del Mar de Galilea le obedecieron (Lucas 5:8-9), o que sintió Isaías al ver la visión del Trono glorioso de Dios (Isaías 6:5), y lo mismo que sintieron Job (Job 42:6), Ezequiel (Ezequiel 1:28-29) y Juan (Apocalipsis 1:17),…
LA SANTIDAD DE DIOS NOS ATERRORIZA, POR CUANTO SOMOS PECADORES
Pero Jesús no solo les dice «NO TEMAÍS», sino que se muestra cercano, tierno y cariñoso, tocándolos. Ya había acabado esta preciosa escena de la Transfiguración, ya NO estaban Elías ni Moisés, desapareció la nube luminosa, y ya había finalizado la Transfiguración del Señor, sólo quedaba ÉL, Jesús, EL Emanuel «Dios con nosotros»
Mateo nos dice (Mateo 17:2) que sus vestidos eran blancos como la luz, Marcos (Marcos 9:3), que eran resplandecientes como la nieve; siendo tan solo sinónimos o descripciones para tratar de expresar lo puro, lo excelente, lo santo y perfecto de Su Ser.
SI VER A CRISTO UN MOMENTO TRANSFIGURADO EN UNA MONTAÑA JUNTO A MOISÉS Y ELÍAS FUE GLORIOSO, IMAGINA LO QUE SERÁ ESTAR EN EL CIELO CON CRISTO GLORIFICADO, JUNTO CON TODOS LOS SANTOS POR UNA ETERNIDAD.
Estos discípulos pudieron ver la Gloria de Dios, la Shekinha, la misma que llenaba toda la casa de Dios (ver 1ª Reyes 8:10-11), la misma que camino a Damasco encegueció a Saulo de Tarso (ver Hechos 9:3-5, 26:13) a plena luz del medio día, sobrepasando el resplandor mismo del sol.
Ellos vieron la Refulgente Gloria de Dios en Cristo, la misma Gloria que nosotros, los que estamos reconciliados y hemos sido justificados por ÉL, y seremos un día glorificados mientras vamos siendo santificados aquí y ahora por el Espíritu Santo, esperamos ver un día en Su misma Presencia, en el Día Glorioso, en la ciudad gloriosa de la Nueva Jerusalén, donde NO habrá noche, NO hará Templo, NO habrá sol ni estrellas, sino que sólo habrá una cosa, y ésta lo llenará y colmara todo, y es la Gloria de Dios.
Pedro, Juan y Santiago vieron un adelanto, un destello, una Transfiguración momentánea y pasajera, pero nosotros veremos algún día Su Gloria, salvo que esta será definitiva, por una eternidad de eternidades. AMÉN