Una vez que somos justificados por la Sangre de Cristo, que hemos sido regenerados y reconciliados con ÉL y adoptados en Su Familia, ahora y exactamente allí, es donde comienza la gloriosa Vida EN Cristo, es el comienzo de la SANTIFICACIÓN.
Es una etapa nueva en la salvación del creyente; de hecho, la santificación es la inevitable consecuencia (y prueba) de nuestra justificación, de que realmente hemos sido justificados.
Al convertirnos a Cristo y nacer de nuevo nos hemos librado de la tiranía del pecado, pero ahí no acaba la vida cristiana, es más, ahí precisamente empieza el vivir en Cristo, empieza el período de transformación conforme a la perfecta imagen de Cristo; es decir, aunque de una manera posicional e instantánea ya hemos sido santificados, también es cierto que, por otro lado, vamos siendo práctica y gradual progresivamente santificados para ser más como Cristo.
Si la REGENERACIÓN es el nacimiento por el cual se comienza esta obra de la nueva Creación, es la impartición de una vida; la SANTIFICACIÓN es el crecimiento y el desarrollo por el cual se continua en ella.
Si la JUSTIFICACIÓN es una posición legal o penal, que se declara una vez solamente, y nos libera de la culpa y condena del pecado, la SANTIFICACIÓN es una condición interior, que nos libera de la contaminación del pecado y que sólo acaba o finaliza al morir.
Es una enseñanza de suma importancia, es vital para el desarrollo de la vida del cristiano.
Es un proceso continuo que dura toda la vida, es una lucha incesante, una guerra donde debemos esforzarnos, luchar contra la tentación, y debemos despojarnos del viejo y viciado hombre para ir revistiéndonos del nuevo, en Cristo.
Es una doctrina muy importante, ya que tiene que vivir con nuestro vivir diario, además de no estar exenta de confusión algunas veces, pues el mismo John Wesley creía en un estado de perfección y de absoluta y total victoria sobre el pecado aquí en la Tierra, cosa imposible en este lado de la eternidad y con este cuerpo de carne.
Aunque hemos sido libres del poder y de la pena del pecado, aún tenemos pecado en nuestra carne, tal como el apóstol Juan menciona claramente en 1 Juan 1:8: “Si decimos que NO tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.”
El pecado nos asedia, y luchamos incesantemente contra él, pero hemos nacido en Cristo, y NO es (NO debería) ser el patrón de conducta y el modo de vida habitual de un creyente regenerado y justificado.
El reformador Martín Lutero etiquetó al cristiano que vive este proceso de santificación como «simultáneamente justo y pecador», es decir, es justo EN Cristo y por ÉL (y por lo tanto santo) ante los ojos de Dios, al mismo tiempo es también un pecador en necesidad continua de arrepentimiento y perdón, y lo será hasta la glorificación final (Romanos 8:30)
Desde el «moralismo» en que se tornó esta doctrina en los siglos II y III dC, pasando por el «sacramentalismo» de la Iglesia Católica Romana, así como el ascetismo que se infiltró en la Iglesia de Colosas, hasta los errores más contemporáneos que vemos en muchas iglesias como el legalismo o el libertinaje (antinomianismo), deben su origen en un errado concepto de una enseñanza tan elemental como es esta, la Santificación
¿QUÉ ES LA SANTIFICACIÓN EN SÍ?
Es un acto de separación de lo malo, profano, pagano e inmundo para la consagración a Dios, a la vez que ÉL obra, mediante el Espíritu Santo (de santidad) en nosotros, para limpiarnos de la contaminación moral que arrastramos.
Es una Obra progresiva de Dios y del hombre, la cual nos hace cada vez más libres del pecado, y más parecidos a Cristo en nuestra actual vida.
Esta obra gradual y progresiva de santificación se efectúa en el creyente cuando este se identifica con Cristo en Su Muerte, Sepultura y Resurrección, y mediante al unión a ÉL, y en la Fe a ÉL, vive diariamente con la realidad de esta unión vital y orgánica, rendido al espíritu de santidad.
Dios tiene especial interés y deseo en que Su Pueblo sea Santo, Consagrado y Apartado, y hay que tener bien claro que, aunque se usa la misma palabra en el original para santo, santifico o santificar («hagiasmos»), hay una diferencias en ellas:
- SANTIFICAR: Aparece 106 veces en el Antiguo Testamento, y 31 en el Nuevo, y alude a la idea de «poner aparte», o al estado de separación; es decir, tiene que ver con la posición y la relación; y en el caso nuestro, de creyentes, abarca el apartarse del pecado a fin de ir en pos de Dios
- SANTO: Aparece 400 veces en el Antiguo Testamento y 12 en el Nuevo, aludiendo a los creyentes y su estado de separación, o ser puesto aparte, separado de todo aquello que no es santo. Aunque se usa para hablar de Israel, por cuanto ellos han sido separados particularmente del plan y propósito de Dios, los cristianos, los hijos de Dios somos «Santos» mediante el llamado de Dios, pues hemos sido santificados, nuestros pecados han sido borrados y quitados de en medio para vivir para ÉL, apartados de lo inmundo y pagano.
¿SOMOS SANTOS O SEREMOS SANTOS?
Antes de poder responder a esta cuestión desde la enseñanza puramente bíblica, hay que desechar la idea o el concepto de que un santo es una persona pía, reverenciada o autora de un número determinado de señales o milagros que ha sido canonizada por una institución religiosa; sino más bien se refiere a todos los que mediante la salvación han sido ya santificados, es decir, apartados del pecado (pues el pecado ha sido quitado y apartado de él en la Cruz) por y para ÉL mismo.
Si técnicamente ser «santo», es algo común que ha sido apartado y consagrado para Dios, en normal y lógico que Dios limpie de toda inmundicia y haga justa a las personas comunes que han sido apartadas para un fin y un propósito concreto, en este caso, vivir para Dios.
Nuestra posición EN Cristo es de ser SANTO, y lo es desde el mismo momento de la conversión, desde ese preciso instante; y es algo que NO debemos ni podemos dudar, pues de ahí derivan grandes problema de identidad.
De hecho el Apóstol Pablo, escribe sus epístolas a unos destinatarios, los cuales él llama y denomina «Santos», y estos no son más que creyentes fieles EN Cristo
Colosenses 1:1 «Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.»
Filipenses 1:1 «Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.»
Aquella persona que se arrepiente de sus pecados y deposita una fe verdadera y genuina en Cristo Jesús, es santificada, y por lo tanto es santa, NO queriendo decir que sea impecable y que jamás pecará más (NO confundir con el estado de glorificación final), sino más bien significa una idea base de separación respecto a otros, pues aún los cristianos en Corinto, con sus problemas de inmadurez, carnalidad y desorden fueron llamados santos, y eran posicionalmente santos EN Cristo, pues tenían la Santidad de Cristo imputada por fe, aunque en su práctica diaria estaban lejos de manifestarla.
Los creyentes, en la Biblia, son llamados «hermanos» en 184 ocasiones, «santos» en 62 y «cristianos» en 3 ocasiones.
Nuestro Señor Jesús, en la oración sumosacerdotal de Juan 17, en el versículo 16 lo dice literalmente así: “NO son del mundo, como tampoco YO soy del mundo.”
LA JUSTIFICACIÓN ES EL TÍTULO DE ENTRADA AL REINO, LA SANTIFICACIÓN, LA CAPACITACIÓN PARA ENTRAR.
LA SANTIFICACIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Partiendo de la base que «Santo», así como sus connotaciones directas es usado más de 400 veces a lo largo del Antiguo Testamento en relación a personas, fechas, objetos, utensilios,… consagrados y apartados para Dios, es importante ver esa simbología que nos traza hacia el Nuevo, ya que nosotros, los creyentes, somos utensilios escogidos y apartados para un propósito especial, que es la Gloria de Dios.
Tito 2:11-14 «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.»
Lo que NO se reserva, aparta o consagra para Dios es llamado profano o común, para el uso del hombre, pero lo que es usado por Dios es Santo o Sagrado.
Por ejemplo, el oro del Tabernáculo es santo porque fue exclusivamente apartado para su uso consagrado para Dios, ya sea en el Tabernáculo, así como después en el Templo.
Asimismo Israel es una nación santa, porque fue dedicada al servicio de Jehová, los levitas eran santos porque se dedicaban especialmente al servicio del Tabernáculo y del Templo, así como los sábados y los días de fiesta, ya que representan la dedicación o consagración del tiempo para Dios.
Pero ahí NO basta, además de apartadas, las cosas dedicadas a ÉL debían ser limpias; y ahí vemos que los objetos inanimados eran consagrados l ser ungidos con aceite (Éxodo 40:9-11), Israel fue santificada mediante la sangre del sacrificio del pacto (Éxodo 24:8), los sacerdotes eran santificados por Moisés, el mediador y representante del Pacto antiguo, quien los lavaba con agua, los ungía con aceite y los rociaba con la sangre de la consagración (Levítico 8)
Todo esto, además de darnos una excelsa imagen de la Santidad de Dios, nos traslada a la idea de que Dios, nos lava a través del perfecto sacrificio de Cristo, nos limpia de nuestras inmundicias y pecados, y seremos apartados, consagrados y dedicados al sacerdocio espiritual (1ª Pedro 2:5-9), consagrados exclusivamente para ÉL, como un linaje escogido, como un real sacerdocio y una nación SANTA.
Y al igual que la nación de Israel debió vivir en consagración y santidad para ser luz a las naciones, nosotros, al Iglesia, el conjunto de los santificados, la «Ekklesia», la Iglesia, los «llamados aparte» somos exhortados a seguir la santidad (Hebreos 12:14), los que ya hemos sido limpiados, somos exhortados a limpiarnos a nosotros mismos (2ª Corintios 7:1)
Desde el llamamiento de Abraham (Génesis 12:1), Dios separa un Pueblo para Sí Mismo, y pacta con él un tratado o convenio de santidad (Levítico 19:2), donde le otorga una ley santa (Romanos 7:12) y unas promesas santas (Salmos 105:42), en un santo ceremonial
LÓGICAMENTE LOS SANTIFICADOS DEBEN REFLEJAR Y PROYECTAR AL 3 VECES SANTO
LO QUE CRISTO HA HECHO POR Y PARA NOSOTROS, DEBEMOS CONVERTIRLO EN REALIDAD EN NOSOTROS.
3 ESTADOS O ASPECTOS DE NUESTRA SANTIFICACIÓN
1.- LA SANTIFICACIÓN POSICIONAL: Es un estado de separación para Dios, en el que todos los creyentes entran en este estado cuando son nacidos de Dios, donde depende de nuestra posición y nuestra unión viva, orgánica y vital con Cristo, ya que hemos sido liberados del pecado (Romanos 6:18)
ÉL es nuestra Justicia, y nosotros somos justicia de Dios EN ÉL, es decir ante Dios somos justos y aceptos por la Obra de Cristo y nuestra unión con ÉL.
Enfatizamos que la base de esta santificación posicional es el sacrificio expiatorio y todosuficiente de Cristo.
1ª Corintios 1:30 «Mas por ÉL estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.”
1ª Corintios 6:11 «Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.»
Hebreos 10:10 «En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.»
Tiene mucho que ver con la Justificación, por cuanto la Justicia y la Santidad de Jesús es imputada y atribuida al creyente, a su cuenta; y siempre es necesario advertir que este estado posicional de santidad EN Cristo NO es una licencia para el libertinaje o para pecar, pues precisamente lo que determinará, probará, demostrará y evidenciará nuestra justificación, nuestra posición EN Cristo es que ya NO desearemos pecar más, y por consiguiente, comenzaremos el gradual proceso de santificación en nuestra vida.
2.- LA SANTIFICACIÓN EXPERIMENTAL: Se refiere a la experiencia práctica constante, progresiva y gradual de esta separación en Dios y para Dios, siendo el resultado de la obediencia y rendición a la Palabra de Dios en la vida de uno, y ha de ser buscada fervientemente por el creyente, quien debe dar testimonio de su posición ante Dios y su separación del mundo, procurando ser cada vez más conforme a la imagen de Cristo.
Toda vez que la Santidad de Jesús nos ha sido puesta en nuestra cuenta en esa transacción divina (2ª Corintios 5:21), ahora es fundamental e imprescindible que dicha santidad se haga, de manera progresiva, parte de nuestra vida diaria, este es el sentido primordial de la santificación.
Es un proceso continuo a lo largo de toda la vida del cristiano, y depende de 3 factores:
- Grado de rendición del creyente a Dios (Romanos 12:1-2)
- Grado de separación del creyente respecto al pecado.
- Grado del crecimiento espiritual del creyente.
HAY QUE BUSCAR Y VIVIR DE UNA FORMA PRÁCTICA, LO QUE SOMOS Y TENEMOS POSICIONALMENTE.
Levítico 20:7 «Santificaos, pues, y sed santos, porque YO Jehová soy vuestro Dios»
Colosenses 3:8-12 «Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.NO mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia»
Romanos 8:29 «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.»
Filipenses 1:6 «estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo»
2ª Corintios 7:1 «Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.»
Efesios 4:22-24 «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.»
1ª Pedro 1:13-16 «Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque YO Soy santo.»
1ª Pedro 2:1-3 «Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.»
2ª Pedro 3:18 «Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A ÉL sea Gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.»
Hebreos 5:12-14 «Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.»
Hebreos 12:14 «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.»
1ª Tesalonicenses 4:7 «Pues NO nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.»
2ª Tesalonicenses 2:13 «Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad»
Esta santificación es incompleta en esta vida, donde lidiaremos una continua e irreconciliable guerra en nosotros, la carne contra el espíritu, y viceversa, pero aunque aquí nunca lleguemos al estado donde NO podamos pecar, sí creceremos en la gracia y en la madurez espiritual, y si pecamos, abogado tenemos para con el Padre (1ª Juan 1:9 y 2:1)
Esta incesante lucha interna que viviremos como cristianos, es la que el Apóstol Pablo describe en Romanos 7.
Romanos 7:15-21 «Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.»
NO SOMOS PASIVOS en esta santificación, en esta lucha, que aunque también es por gracia y por el Poder de Espíritu, básicamente se trata de ceder y someternos a Dios para que ÉL obre en nosotros; es decir, NO es Dios solamente obrando y operando, pues en ese ceder y someternos está nuestra lucha, pues la carne detesta al espíritu.
Romanos 8:13 «porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis»
El Espíritu santo nos capacita y empodera para que nosotros «matemos» nuestros pecados de forma continua y gradual, hasta el final de nuestras vidas.
De la misma manera, Gálatas 5:16-18 dice que si andamos en el Espíritu, NO satisfaremos los deseos de la carne, porque ambos son contrarios y se oponen entre sí; con lo cual es un acto de sometimiento al Espíritu Santo de Dios, quien mora y habita en cada creyente
ES UNA GUERRA COLABORATIVA, PUES DIOS ME CAPACITA Y YO CEDO Y ME SOMETO A ÉL.
Filipenses 2:12-13 «Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.»
Este versículo, que NO alude a una hipotética salvación por obras, sí lo hace en cuanto a la responsabilidad del creyente en su proceso continuo de santificación.
Nuestra Parte se halla en Colosenses 3:5, mientras que la parte de Dios se halla en 1ª Pedro 1:2 y 22, Romanos 8:17 y 37, y Gálatas 5:16-18.
Esta fase de Santificación se caracteriza por 2 aspectos:
- La Mortificación del «hombre viejo»: alude a la idea y al aspecto negativo de desprenderse de la escoria, de las impurezas, es decir, ir «matando» a la carne, a las concupiscencias, e ir haciéndolo nosotros mismos por el Espíritu.
- El reavivamiento del «hombre nuevo»: Es el aspecto positivo, es decir, el inicio de una nueva vida EN Cristo, igualmente por el Poder del Espíritu, donde vivimos en pos de ÉL, mirando a Cristo, como si de un espejo se tratase, para que Su Gloria nos consuma, pero a la vez, nos construya como ÉL.
3.- LA SANTIFICACIÓN FINAL: Se refiere al estado final de perfección que poseeremos en el futuro, durante la Eternidad, donde seremos totalmente transformados (cuerpo, alma y espíritu) conforme ÉL es con un cuerpo glorificado como el Suyo, donde seremos librados de «este cuerpo de carne».
La Perfección sin pecado y el ser completamente santificado en todo nuestro ser tendrá lugar, o bien al Glorioso Regreso de Cristo, quien transformará nuestros cuerpos (redención de nuestro cuerpo), o cuando partamos de este mundo y muramos.
La presencia aún del más mínimo ápice de pecado en nosotros (Romanos 7.13) NO desaparecerá hasta Aquel Glorioso Día en el que nuestro corruptible cuerpo se engalane de gloria y perfecta santidad.
1ª Corintios 15:51-52 «He aquí, os digo un misterio: NO todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.»
1 Tesalonicenses 5:23 “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
Romanos 8:23 « y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.»
Colosenses 1:5 “la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio.”
Colosenses 3:4 «Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria.”
1ª Juan 3:2 «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún NO se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a ÉL, porque le veremos tal como ÉL es.”
MEDIOS PARA NUESTRA SANTIFICACIÓN
Teniendo en cuanta al Espíritu Santo, el Espíritu de Santidad, como el principal artífice de nuestra santificación (pues ÉL nos convence de pecado, nos ilumina para el arrepentimiento y la fe, nos aplica la Obra de Cristo, y nos promete que no acabará la obra, sino que la perfeccionará hasta el fin, en una vida marcada y caracterizada por el fruto del Espíritu, en contraste con las obras de la carne ), así como la fe genuina (Hechos 15:9 y 26:18) que nos une e injerta a Cristo, hay algunos medios para la santificación del creyente:
- LA PALABRA DE DIOS: Puesto que hemos renacido por ella, por la Palabra de Dios (1ª Pedro 1:23), ella, unida inseparablemente al Espíritu, nos ilumina, nos limpia (Juan 15:3, Efesios 5:26), nos da luz a nuestro caminar como una lámpara (salmos 119:105). Jesús, en Juan 17, oró a favor nuestra de la siguiente manera, « Santifícalos en Tu Verdad; Tu Palabra es Verdad». Cuando la Palabra de Dios es abierta, fielmente expuesta (2ª Timoteo 3:15), y es aplicada obedientemente a la vida de las personas por el Espíritu Santo, sin duda, esto resulta el medio primordial para nuestra madurez, para nuestra santificación, para nuestro proceso diario de limpieza de la contaminación de las impurezas del pecado, para ese cambio de mentalidad y esa renovación de la mente tan y tan imprescindible para conocer la Voluntad de Dios, agradable y perfecta e ir a ella.
- LA ORACIÓN: Llamada igualmente la «respiración del creyente» es un medio principal para la santificación, pues nos pone en perfecta sintonía con la Voluntad de Dios; de hecho, el propio Espíritu Santo nos enseña a orar como conviene, según Su Voluntad (Romanos 8:26-27).
- LA COMUNIÓN: La comunión con otros hermanos en la fe es un medio poderoso de cara a nuestra santificación, aún en nuestras diferencias, nos pulimos unos a otros, como piedras dentro del Templo Vivo de la Iglesia.
- LA SANGRE DE CRISTO: Si posicionalmente somos santos y apartados en base a la Obra de Cristo, a Su Sangre derramada en la Cruz, 1ª Juan 1:7 nos dice que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado en ese proceso gradual y progresivo donde vamos desechando el pecado y siendo cada vez más parecidos a ÉL.
Hemos expuesto al SANTIFICACIÓN, donde primeramente, vimos una separación posicional y definitiva en Cristo al momento de nuestra salvación, donde Dios nos declara santos (apartados del pecado para vivir consagrado a ÉL), seguido de una una santidad experimental, práctica y progresiva en la vida de un creyente mientras aguarda el regreso de Cristo; y finalmente, una separación eterna del pecado cuando lleguemos al cielo, donde se consumará la Glorificación final.
Romanos 6:22 NVI «Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios (primero hemos sido apartados, separados y consagrados para ÉL, SANTIFICACIÓN INSTANTÁNEA Y POSICIONAL), cosechan la santidad (ahora debemos vivir para ÉL en esta vida, SANTIFICACIÓN GRADUAL Y PROGRESIVA) que conduce a la vida eterna (resultado final, SANTIFICACIÓN FINAL, la Glorificación) .»
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